jueves, 3 de febrero de 2011

Ánades alarmados:



Las cosas definitivamente estaban raras, durante todo su viaje no paró de estornudar por los desechos industriales que llegaban a miles de metros de altura y formaban unas corrientes de chorro contaminantes.

En las pocas paradas que tuvo que realizar se percató de un peligro incluso mayor que los cazadores con escopeta y perros entrenados, la basura era tan abundante que si uno no tenía precaución terminaba enredado en el cuello con un trozo de poliuretano, poliestireno, acrilato o cualquier maravilla humana.

Los insectos que les servían de nutriente eran una bomba biológica, uno podía comerse cientos y pasarla bien o comer uno solo y morir intoxicado, todo dependía del tipo y cantidad de químicos que la lotería tóxica le depare a uno.

Cuando llegaron a la laguna feliz, muchos se desmayaron de pena y espanto: solo era un sucio charco en el que ni las moscas figuraban. Todos decidieron mandarlo a entrevistarse con el Ánade imperial, el señor de los plumíferos migrantes, suplicaban una explicación e instrucciones para sobrevivir tan nefastas épocas.

El caso es que pasadas cien peripecias, al arribar a la morada del Ánade imperial, una gallineta protocolar le informó que debía ser muy claro y preciso en sus preguntas, pues su divina gracia se encontraba muy delicado de salud.

Llegado el momento, el colibrí oficial le indicó que podía dirigirse al Ánade maravilloso y hacer sus súplicas; solo atinó a tartamudear nervioso que la tierra era inhabitable y sus camaradas suplicaban instrucciones.

El Ánade invocado le dijo: “Si, se lo que sienten tus hermanos, nada hay que puedan hacer por ahora, es necesario que soporten y sepan que en un futuro no muy lejano, la basura dejará de existir así como los humanos..”

Retornó inmediatamente a su pueblo graznando las esperanzadoras nuevas: ¡Pronto volvería la vida!

No llegó a saber que el Ánade imperial murió esa noche; una cepa extraña de gripe aviar se encargó de acabar con uno de los últimos ánades sagrados de la actualidad. Durante los últimos días de su existencia, solo deliraba…
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De mi amigo y compañero de letras: Achachila.

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