lunes, 28 de febrero de 2011

MANDALA: Otra forma de acercarnos al conocimiento interno

El mandala, palabra que proviene del sánscrito, significa centro, circunferencia o círculo mágico. Se compone de MANDA, que significa esencia, y LA, concreción.
Los diseños de los mandalas varían, pueden ser muy simples o extremadamente complejos, pero siempre mantienen similares características: un centro, puntos cardinales que pueden ser contenidos dentro de un círculo y cierta simetría.
Los podemos encontrar en moléculas, átomos y células de nuestro cuerpo y en elementos de la naturaleza: en las telas de araña, en las flores, caracoles, en los círculos concéntricos que forma el agua cuando tiramos una piedra, en los erizos, al cortar una fruta, etc.
Incluso en la arquitectura y en distintos objetos podemos hallar Mandalas: como escudos, ventanas y cúpulas.
Es por ser tan habitual que se lo ha encontrado en distintas culturas alrededor del mundo. Si bien se cree que surgió en la India, debido a que se impuso la palabra sánscrita que lo denomina y a que son los pueblos de ese país y del Tíbet quienes más honores le rinden como herramienta sagrada en el camino de la sabiduría, la presencia del Mandala es constante a lo largo de la historia de la humanidad en todas las culturas y religiones.
El motivo del círculo aparece muy temprano en la historia humana. Hay antiquísimos bajorrelieves en rocas de África, Europa y América del Norte que utilizan el círculo, la espiral y otros diseños semejantes.
Ningún símbolo se encuentra tan compartido como este. En efecto, se encuentran Mandalas de distinto tipo no solo en el hinduismo y en el budismo, sino también entre los antiguos griegos y romanos, en las cofradías de godos y sajones, en la cultura celta, entre los aborígenes australianos y también entre africanos y los pueblos originarios de América.
Monjes tibetanos diseñando y trabajando en un Mandala de arena que al terminar barrerán como muestra de la impermanencia de las cosas y en señal de desapego.
El mandala y el desarrollo psicológico:
Conforme las habilidades gráficas de un niño se van desarrollando mientras dibuja (desde el garabato, al dibujo de círculos y luego a dibujos más elaborados y plenos de sentido), también se va desarrollando el sentido de yo como agente activo en lugar de un recipiente pasivo de las acciones ajenas.
Dibujar en círculos es una parte integral del proceso madurativo. Dibujar mandalas puede incluso ser necesario para el desarrollo de un sentido psicológico del yo.
Desde el momento del nacimiento el círculo es asociado a un desarrollo físico y psíquico saludable. Dibujar Mandalas nos retrae a nuestra natural afinidad por los círculos y nos recuerda algunas de nuestras experiencias más tempranas, ya que respondemos al círculo desde el mismo momento en que miramos la cara redonda de nuestros padres.
El lenguaje es un medio universal de expresión, con él nos podemos contar nuestras experiencias y pensamientos, incluso sirve para clasificar objetos. A través del uso del lenguaje damos sentido a nuestras experiencias de una manera muy elaborada y estructurada. A medida que el niño desarrolla habilidades lingüísticas emergen usos más complejos del lenguaje, como la metáfora. Normalmente asociamos la metáfora al lenguaje hablado, no obstante los dibujos pueden operar a un nivel metafórico y expresar aquellas cosas que no podemos o no sabemos decir con palabras. Es común ver cuando un niño dibuja a su familia, que al hermano/a por el que siente cierta rivalidad lo haga pequeño y alejado de sus padres, mientras él o ella seguramente estará en una posición y tamaño preponderante.
Cuando, como adultos, pintamos Mandalas retornamos a esos descubrimientos infantiles. Cuando crecemos y desarrollamos incluso ideas más complejas sobre quienes somos, crear Mandalas circulares es un camino atrás hacia nuestro primer sentido de Yo. El Mandala que creamos funciona como una clase de hogar, un continente donde creamos y re-creamos nuestro sentido de quien somos.
Dibujar Mandalas nos ayuda a centrarnos psicológicamente. El círculo es una calmada prueba en los procesos de crecimiento y cambio a lo largo de toda nuestra vida. Crear o colorear Mandalas ayuda a orientarnos, a integrar nueva información sobre nosotros mismos y a reformular nuestra identidad. Esta es la continuación del proceso que comienza cuando somos niños dibujando círculos y creando Mandalas.
La experiencia en Escuelas muestra que el simple coloreado de una de estas imágenes tiene un efecto calmante y reequilibrante.
Mandalas en la terapia:
Carl Gustave Jung, médico y psiquiatra suizo,  introdujo la idea del Mandala en la psicología moderna. Observó que los dibujos cambiaban como reflejo de su estado de ánimo y descubrió el rol reequilibrante de estas imágenes soñadas o creadas espontáneamente por pacientes en vías de curación.
Jung fue un profundo conocedor del papel que juegan los símbolos en la psique humana, no pasó por alto la presencia espontánea de diseños circulares con contenidos arquetípicos en los dibujos que realizaban algunos pacientes que atravesaban situaciones de caos mental agudo. De ahí, dedujo que, en ciertos casos de grave desequilibrio, el dibujo de mandalas surge naturalmente como un intento de recuperar un estado integrado de conciencia, algo que él mismo comprobó durante sus crisis personales.
Se trabaja con el Mandala como eje en torno al cual se organizan todos los contenidos dispersos de la conciencia, tendiendo al logro de la integridad de la persona. El dibujo de Mandalas es parte de un ordenado patrón natural de maduración psicológica; esta actividad parece acompañar al proceso mediante el cual los niños adquieren conciencia de sí mismos.
En Europa, durante los últimos 20 años, destacados pedagogos,  psicólogos y neurólogos han profundizado sobre el sentido que puede  aportar a nuestra vida diaria el dibujo centrado, en un marco estrictamente pedagógico y psicológico.
En las instituciones psiquiátricas se puede utilizar el Mandala permitiendo que se puedan desarrollar sus capacidades creativas y expresivas. No solo como herramienta que facilita el centramiento de la persona sino como ordenador en tanto el borde del Mandala actúa como límite.
Dentro de la clínica psicológica la utilización del Mandala permite la expresión de conflictos y necesidades, como así también favorece ampliamente el desarrollo de aptitudes y el conocimiento interior. Normalmente creamos un patrón dentro de nuestra vida interior y los Mandalas nos van a revelar esa dinámica y crearán una matriz en la que se reflejará el carácter o condición de nuestro yo. En el Mandala encuentran su expresión los motivos del pasado común a todos los seres humanos y los símbolos de la experiencia individual.
Cuando creamos Mandalas producimos un símbolo personal que revela quiénes somos en ese momento. El círculo que dibujamos contiene partes conflictivas de nuestra naturaleza, no obstante ayuda a liberar la tensión que las acompañaba dentro de un marco seguro y controlado, como dice Ma. Beatriz Junghans “dibujar un círculo puede tener cierto parecido a dibujar un límite protector en torno al espacio físico y psíquico que cada uno de nosotros identifica como uno mismo”. Se puede alcanzar una sensación de unidad simplemente mediante el acto mismo de trazar un círculo.
Jung decía así: “… el hecho de que imágenes de este tipo tengan, bajo ciertas circunstancias, un considerable efecto terapéutico sobre sus autores está probado empíricamente y es también fácilmente comprensible, puesto que a menudo representan un avezado esfuerzo por ver y componer opuestos aparentemente irreconciliables y, tender un puente por sobre nuestras divisiones aparentemente sin esperanzas de unión. El mero intento en esta dirección tiene ya un efecto curativo…”
En países como Francia e Inglaterra el uso del Mandala se está extendiendo en los hospitales, centros sociales, residencias de tercera edad; todos aquellos lugares donde se encuentran personas que buscan un nuevo equilibrio.
Conclusión:
El Mandala representa al ser humano. Interactuar con ellos ayuda a curar la fragmentación psíquica y espiritual, a manifestar la creatividad y a reconectarse con lo esencial. El trabajo con Mandalas ayuda entre otras cosas a:
-         sanarnos
-         descubrirnos a nosotros mismos
-         crecer en lo personal
-         profundizar en el significado de quiénes somos realmente
-         concentrarnos
-         desarrollar la creatividad
Es como comenzar un viaje hacia la esencia, abre puertas hasta ahora desconocidas y hace que brote la sabiduría interior. Integrarlas a la vida brindará un centro y la sensación de calma en medio de las tormentas.
 Verónica Sabattini – Artículo publicado en la Revista Genoma

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