domingo, 19 de agosto de 2012


Publicado por Miguel Jara el 17 de agosto de 2012
He leído un artículo sobre algo que me llama la atención desde hace mucho tiempo y por ello me he alegrado de que alguien lo plasme. Afirma su autor que
“La industria cosmética se sostiene sobre una mentira: hacer creer a sus clientes que la eficacia de sus productos tiene una base científica“.
Como sabéis Mercadona ha retirado once productos cosméticos después de una evaluación realizada por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios. Tras ello, esa misma agencia ha publicado un comunicado explicando que el problema era de orden administrativo y no existía ningún peligro para la salud de los consumidores.
En efecto, por cosmético puede venderse casi cualquier cosa sin que sus propiedades sean demostradas. Esto no debería ser así en un mundo que camina hacia la demostración de las propiedades que se afirman sobre cada producto, eso que se llama la “evidencia científica”. Los cosméticos además están cargados de sustancias tóxicas. Lo último que hemos sabido es que la multinacional Johnson & Johnson utiliza ingredientes cancerígenos en sus productos, algunos de los cuales ahora retira también (¿cuántos continúan sin retirarse ni prohibirse?).
Esa evidencia científica se le exige a la industria farmacéutica, que sus productos sean eficaces y seguros. Sobre todo por esto último, porque los medicamentos son por lo general productos tóxicos, es por lo que los laboratorios han de hacer esos análisis y someterse a las autoridades de farmacovigilancia, tan necesarias y con tantas lagunas aún. Como los cosméticos son hoy en numerosos casos tóxicos las autoridades regulatorias deberían exigir a sus fabricantes que demuestren tanto la eficacia de sus productos como su inocuidad.
Esto mismo vale para cosméticos “naturales” y/o ecológicos y para la llamadas medicinas “blandas”, complementarias y/o alternativas, por lo general inocuas o de mínimos efectos adversos. Tenemos derecho a saber qué ingerimos o nos untamos. Y esta otra industria ha de hacer valer sus productos demostrando su calidad que además siempre es la mejor baza pues un buen producto necesita poca publicidad.
Como escribo, medicamentos -convencionales o no- complementos alimenticios, alimentos “de laboratorio”, cosméticos, cualquier producto que presuma de unas propiedades ha de ofrecer al evidencia científica de lo que promete. Vivimos en una sociedad compleja. No hay más que observar la ingente cantidad de productos que consideramos alimentos hoy y como no hay nada sagrado ni la propia evidencia científica lo es. Esta es convenientemente utilizada, por ejemplo, por muchos laboratorios farmacéuticos como parte de su marketing.
De ello saben mucho también los visitadores médicos de las farmacéuticas, cuya “literatura” portan en sus maletines de consulta en consulta. Hace unos días, varios miembros de ONG´s independientes escribían una carta en The Lancet, una de las “biblias” de la medicina, que titulaban precisamente Marketing versus medicina basada en la evidencia. Se quejaban de que la Asociación de la Industria Farmacéutica Británica ha publicado una nueva guía para promover la colaboración con los médicos utilizando el logotipo de Lancet. Mucho se ha publicado sobre la manipulación de los ensayos clínicos realizados por determinados laboratorios sobre los que se sustenta esa “evidencia científica” o sobre cómo pese a que se realicen los ensayos y los resultados sean negativos esos medicamentos se vendan.
Son esos estudios y esa “evidencia” con la que se “forman” a los médicos, toda vez que la Administración  obvia esta su obligación y la ha dejado en manos de la parte más interesada, la industria. Claro que si en nuestro país la cosa está mal, como documento y narro en Laboratorio de médicos en los países que también presumen de civilizados de nuestro entorno va a peor. Una nota también del Lancet comenta un reciente fallo de la Corte Suprema de Alemania que ha causado un gran revuelo sobre la conducta ética de los médicos y las compañías farmacéuticas en ese país. Los médicos que acepten hasta 10.000 euros de las compañías farmacéuticas en efectivo o regalos tales como computadoras, equipos o vacaciones, no se enfrentarán a cargos de corrupción. Vaya que pueden ser sobornados con total tranquilidad e impunidad (flaco favor que se la hace a la medicina).
Aquí, in Spain, al menos las fiscalías comienzan a interesarse por el marketing que se hace con la literatura de la “evidencia científica”.

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