Chaco, pobreza y desnutrición
“Mi sueño es tener un telescopio para poder mirar el cielo, la luna y las estrellas” Iván González es el dueño de esas palabras cargadas de esperanza e ilusiones. Iván González es un chico de 14 años que pesa 17 kilos y que desde su nacimiento padece de una distrofia muscular congénita agravada por un cuadro de desnutrición de tercer grado. Iván González vive junto a sus cinco hermanos en una vivienda sumida en la pobreza de la villa Don Alberto, a poco menos de 30 cuadras de la Casa de Gobierno de la provincia del Chaco que se emplaza en Resistencia, la capital provincial más pobre de Argentina. La postal lo dice todo. La avenida Soberanía divide dos realidades diferentes pero parecidas. Un cordón de asentamientos de 24 kilómetros, y en extrema pobreza, abraza el casco urbano de la capital, lo abraza hasta ahogarlo en su color miseria, lo abraza con desesperación. Grises y ocres de dolor, chapas, cartones, maderas roídas por la humedad, plásticos, cualquier cosa que provenga de la basura, se encargan de convertirse en casas precarias del conglomerado. Y más acá, las casas de la clase media, tomando el mismo color que ese más allá tan cercano, y es que en el Chaco, la “resistencia” ha cedido con los calambres del hambre. Y allí es donde vive Iván González. En ese infierno que de pobre ni es infierno. Postrado en una cama de sábanas desteñidas por sus desnutridos 17 kilos, no puede más que ver el cielo desde un agujero en la pared que juega a ser ventana. Recuerda que su padrastro asesinó a su madre, que su hermana mayor pidió, reclamó, suplicó por una silla de ruedas para que él pudiera sentarse e ir a la escuela, y la respuesta fue una silla de ruedas rota, como burla, como ironía de lo solo que está en este mundo de injusticias y desigualdades. Respira y el abdomen se le llena de costillas visibles como la pobreza que lo rodea. Iván González suspira y sonríe, y odio que sonría, odio que no sienta odio, ira, ganas de matar.
El Gobierno provincial organizó una especie de censo para sacar números del estado de la provincia, como si eso solucionara algo, como si, de verdad, el porcentaje sea lo importante. Dijeron que los resultados desalentaban: Casi 36% de la población se encuentra por debajo de la línea de pobreza y poco menos del 10% por debajo de la línea de indigencia, más unos 11000 niños con primero, segundo y tercer grado de desnutrición. Los números no dan de comer, no visten, no acarician, mucho menos los números mentirosos. La realidad es más brutal que la reflejada por los números oficiales. La pobreza real roza el 50% entre los que desangra un 17% de indigentes, los niños desnutridos se estiman en 15600, sí, 15600, y la mortalidad infantil está por encima de los 21,2 cada mil nacidos vivos. Iván González no murió al nacer, pero muere postrado día a día. Sueña con ir a la escuela. Cosa tan simple para muchos, no para los chaqueños. No quiere perder más clases. Sufre por ello. Y por el frío que entra a través de una ventana que jamás tuvo vidrios. Se lamenta tapado hasta el cuello con esas sábanas delgadas, roídas, añejas. Se lamenta por la computadora que el Estado le envió y que jamás ha funcionado. Se lamenta un rato y vuelve a sonreír, imagino que le sonríe al periodista que lo entrevistó y colgó la nota en un diario de Buenos Aires para que yo, como tantos otros con comida en la mesa y computadora con Internet, haga una crónica de su pequeña vida.
Iván, Iván resuena en mi mente. Su nombre, sus miserias, sus huesos deshechos, su abdomen inflado de esperanzas y de desnutrición… y su sonrisa. Me mata su sonrisa más que su dolor. Y me mata su pequeño sueño. Un telescopio para ver el cielo, la luna y las estrellas.
El Gobierno provincial organizó una especie de censo para sacar números del estado de la provincia, como si eso solucionara algo, como si, de verdad, el porcentaje sea lo importante. Dijeron que los resultados desalentaban: Casi 36% de la población se encuentra por debajo de la línea de pobreza y poco menos del 10% por debajo de la línea de indigencia, más unos 11000 niños con primero, segundo y tercer grado de desnutrición. Los números no dan de comer, no visten, no acarician, mucho menos los números mentirosos. La realidad es más brutal que la reflejada por los números oficiales. La pobreza real roza el 50% entre los que desangra un 17% de indigentes, los niños desnutridos se estiman en 15600, sí, 15600, y la mortalidad infantil está por encima de los 21,2 cada mil nacidos vivos. Iván González no murió al nacer, pero muere postrado día a día. Sueña con ir a la escuela. Cosa tan simple para muchos, no para los chaqueños. No quiere perder más clases. Sufre por ello. Y por el frío que entra a través de una ventana que jamás tuvo vidrios. Se lamenta tapado hasta el cuello con esas sábanas delgadas, roídas, añejas. Se lamenta por la computadora que el Estado le envió y que jamás ha funcionado. Se lamenta un rato y vuelve a sonreír, imagino que le sonríe al periodista que lo entrevistó y colgó la nota en un diario de Buenos Aires para que yo, como tantos otros con comida en la mesa y computadora con Internet, haga una crónica de su pequeña vida.
Iván, Iván resuena en mi mente. Su nombre, sus miserias, sus huesos deshechos, su abdomen inflado de esperanzas y de desnutrición… y su sonrisa. Me mata su sonrisa más que su dolor. Y me mata su pequeño sueño. Un telescopio para ver el cielo, la luna y las estrellas.
Omar Converti
Recien leo estas palabras se sabe algo actual, me interesa colaborar
ResponderEliminarEstimado Raúl, la situación de extrema pobreza sigue, hasta ahora nadie ha realizado algo verdaderamente útil para paliar esto.
ResponderEliminarCualquier ayuda que te interese hacer llegar, será más que bienvenida. Viven como si estuviesen en la parte más miserable de África.
Gracias nuevamente por tu humanidad.