Entender el dolor en los animales es muy complejo y difícil, sin embargo, en la mayoría de casos es posible evaluar el dolor en base a la apariencia y el comportamiento general de los animales. Aquí te contamos cómo reconocer el dolor en perros, gatos, conejos, aves, grandes mamíferos, etc. Un panorama general del dolor en los animales se evalúa en diferentes ámbitos:
Protección: el animal altera su postura para evitar mover o tocarse cierta parte del cuerpo, o evita manipularla.
Apariencia anormal: diferentes especies cambian su apariencia externa, es evidente la falta de aseo (lamerse o lavarse la capa de pelo o plumas), cambio de postura y del patrón general del cuerpo. En especies capaces de expresarse facialmente, la expresión normal también se altera.
Comportamiento anormal: existe un estado depresivo general, el animal no se mueve o lo hace escasamente, son reacios a moverse o ponerse de pie incluso si son molestados. Algunos se muestran inquietos (se tumban y se ponen de pie rápidamente, desplazan el cuerpo) o tienen el sueño alterado. Los animales más grandes pueden gruñir, rechinar los dientes, mover la cola, estirar los labios (especialmente las cabras y ovejas). Los primates cuando sienten dolor, suelen poner los ojos blancos. También cambian sus relaciones con los otros y con el grupo.
Vocalización: los animales pueden vocalizar, quejarse o gruñir suavemente cuando uno toca o manipula el área específica donde duele.
Mutilación: los animales se lamen, muerden, arañan o frotan las áreas que les causan dolor.
Sudoración: en especies que sudan, como los caballos, el sudor excesivo se asocia a dolor (como cólicos).
Falta de apetito: los animales que sienten dolor dejan de comer y beber, o reducen considerablemente su ingesta, perdiendo rápidamente el peso.
El dolor en los perros
Los perros que presentan dolores cambian su apariencia y comportamiento: presentan rigidez en los movimientos del cuerpo, falta de voluntad para moverse, permanecen acostados o en posturas inusuales. También pueden morderse, rascarse o cuidarse de tocar el lugar que le duele. Les falta el apetito. Eventualmente pueden temblar y presentar un jadeo creciente.
También cambia su vigilancia: en algunos casos pierden totalmente esta capacidad, o están más flojos cuando el dolor es más agudo. Si el dolor es menos agudo o severo, es probable que el perro esté inquieto e irritable.
También cambian sus respuestas a las personas: pueden estar inusualmente agresivos o aprensivos cuando los tocas, o dejan de mover la cola cuando te diriges a ellos.
Otro cambio se puede notar en la vocalización: el animal está más callado que lo normal, puede lloriquear o aullar cuando no le pones atención, o gruñir sin provocación alguna.
El dolor en los gatos
En apariencia, los gatos que sienten dolor presentan una expresión facial aprehensiva o preocupada, frente arrugada, falta de aseo, pelo pegoteado o sin limpiar. También puede haber cambios de comportamiento: llanto, maullidos, gruñidos o bufidos si te acercas, o que los provoca él mismo cuando se mueve. Es normal también que se esconda o se oculte de otros gatos. Se ve inusualmente quieto, se lame mucho cierta zona, le falta el apetito.
También cambia su postura y movimientos: puede presentar cojera o intentos de cojera, sin necesidad de que sea esa pata la que duele. El gato está rígido y presenta posturas anormales, dependiendo de dónde le duela: si el dolor está en la cabeza o los oídos, el gato inclinará la cabeza hacia el lado donde le duele. El dolor de tórax y abdomen hará que el gato se agazape, encogido o encorvado. A veces, dependiendo de la ubicación del dolor en el tórax, estirará su cabeza, cuello y cuerpo. Si el dolor es abdominal o de espalda, puede acostarse del lado que le duele, o pararse con su espalda arqueada y caminar con las piernas rígidas.
El dolor en los conejos
Los conejos pueden verse aprehensivos, ansiosos, aburridos o inactivos, asumiendo una postura encorvada, intentado ocultarse, gimiendo o llorando. A veces, muestran comportamiento agresivo cuando hay más actividad alrededor, se rascan y lamen mucho. Las reacciones a la manipulación o al tacto son exageradas, y si le duele mucho puede vocalizar. Cuando le duele el abdomen, pueden arquear la espalda cuando se mueven, contrayendo los músculos abdominales, y presionando el abdomen contra el suelo. Respiran con mayor frecuencia, beben y comen menos. Como en los gatos, presentan falta de aseo.
El dolor en ratas, hamsters, gerbos
Como otros animales, dejan de comer, de beber y de asearse. A muchos se les pone el "pelo parado" del lomo. Si sienten dolor agudo, pueden vocalizar (en el caso de las ratas, también emiten agudos sonidos en frecuencia ultrasónica que no captan nuestros oídos, por lo que si no captamos chillidos podrían también estar sintiendo dolor), y no es raro que cambien sus patrones de alimentación: pueden comerse sus nidos o sus cachorros. Se aislan del resto y tratan de esconderse. En el caso de los ratones, secretan porfirina (lágrimas rojas) alrededor de los ojos y la nariz, lo que es una respuesta al dolor.
El dolor en los caballos
Los caballos que sienten dolores fuertes no quieren ser tocados ni manipulados. También presentan períodos de inquietud, se alimentan interrumpidamente y dejan comida sin masticar en la boca, pueden presentar apariencia ansiosa, con pupilas dilatadas y ojos vidriosos, respiración agitada y con movimiento de las fosas nasales, gran sudoración y postura rígida.
También pueden rechinar los dientes, mover la cola o jugar con el cubo de agua. Cuando el dolor es prolongado en el tiempo, su comportamiento cambia de la inquietud a la depresión, con su cabeza agachada. Si el dolor se asocia a un daño esquelético, el caballo no se quiere mover y se para con sus miembros en posturas inusuales (por ej. se para con todo su peso en las patas traseras, y con un pie delantero por delante de la otra pata), y con la cabeza y cuello en una posición fija.
Si el dolor es abdominal o de tórax, se mira esa zona, la muerda o la golea, se para y se echa con frecuencia, camina en círculos, se para con los codos doblados, suda, da vueltas, y se hiere a si mismo, a veces se producen moratones en sus ojos.
El dolor en las vacas
Las vacas con dolor se ven depresivas y quietas, mantienen sus cabezas bajas y muestran poco interés a su alrededor. Sus actividades se ven reducidas, no quieren comer, pierden peso, gruñen y rechinan los dientes, y cuando dan leche, ésta reduce su cantidad.
Si el dolor es agudo, se agita la respiración. Pueden reaccionar violentamente a la manipulación y adoptar posturas rígidas para no mover la parte que les duele. Si el dolor está localizado en alguna zona, ellas se lamen o golpean la parte afectada, y cuando el dolor es muy fuerte, braman.
Generalmente, los signos de dolor abdominal son similares que en los caballos, pero menos marcados. Las posturas rígidas pueden llevar a una falta de aseo porque no pueden mover el cuello. Cuando el dolor es abdominal, como un estrangulamiento intestinal, las vacas se paran con una pata trasera ubicada directamente frente a la otra pata.
El dolor en cabras y ovejas
En ellas, los signos de dolor son similares a las vacas, pero las ovejas particularmente, toleran dolores y heridas más fuertes casi sin signos de dolor o malestar.
Existe en general una tendencia a no moverse. El dolor puede causar el cese del rumiar, comer y beber, o un incremento en el movimiento de rizar los labios, pero éste por si sólo no es un indicador de dolor.
Las cabras vocalizan más que las vacas, rechinan sus dientes, su respiración se agita y cambian de postura frecuentemente, apareciendo agitadas, pateando el suelo. También dejan de comer y beber. Tras la castración o el corte de cola, los corderitos suelen mostrar las típicas características del dolor, parándose y echándose repetidamente, agitando sus colas, balando y estirando el cuello, rizando los labios, pateando e hiperventilando.
El dolor en cerdos
Los cerdos que sufren dolor cambian su conducta en general, su comportamiento social, la marcha, la postura y dejan de hacer sus nidos. Se vuelven apáticos y no quieren moverse, comer ni beber. Si les es posible, se esconden debajo de sus nidos. Cuando el dolor es más agudo y fuerte, los cerdos se vuelven más inquietos y agresivos, chillando cuando se toca el área afectada.
El dolor en las aves
Cuando las aves sienten dolor reaccionan exageradamente con vocalizaciones y movimiento. Las especies pequeñas luchan menos y emiten menos llamadas de angustia que las especies más grandes. Aumentan la frecuencia y el grado de movimientos de su cabeza, aumentando también sus palpitaciones y respiración.
Las aves con dolor crónico permanecen inmóviles, con una postura agachada, la cabeza caída, con los ojos total o parcialmente cerrados. Se vuelven inapetentes y con una apariencia miserable, con sus alas planas contra el cuerpo y el cuello retraído. Si la tocas, ella se deja tocar, no trata de escapar. Si les duele una extremidad, evitan usarla, estirarla o tocarla.
El dolor en los reptiles
El dolor agudo se caracteriza por repetidos pestañeos y contracciones musculares. Puede haber movimientos de aversión a los estímulos dolorosos, e intentan morder. El dolor crónico o persistente les vuelve inapetentes, letárgicos y pierden peso.
El dolor en los primates no humanos
Su apariencia es miserable y abatida. Dejan de comer y beber. Pueden sentarse en postura encorvada, con sus brazos cruzados sobre el pecho y una expresión triste en su cara, con una mueca y ojos vidriosos. Pueden gemir o gritar, evitando la compañía de otros, y dejan de asearse. Algunos, si el dolor es más fuerte, se comportan de manera más violenta. Podemos ser proclives a intepretar los chillidos y los vocalizaciones fuertes y persistentes con dolor, pero rara vez significan eso, más bien lo hacen como signo de alarma o rabia.
Los primates con dolor abdominal hace muchas muecas, rechina los dientes, se encuentra inquieto y se sacude, gruñendo y gimiendo. Si le duele la cabeza, puede manifestarlo presionando su cabeza contra un muro. Si sienten dolor intenso en algún lugar, pueden herirse a sí mismos.
Como podemos ver, es relativamente fácil interpretar las señales físicas o de comportamiento que nos dan los animales cuando sienten dolor. Pero también, al menos en las especies que nos son más conocidas, no es nada desacertado escuchar el instinto, y si creemos que nuestro perro, gato, conejo o ave está sufriendo dolor, lo sienta. Aliviar su malestar, su dolor y conseguir su mejoría si están enfermos es nuestro deber ético y moral.
Fuente: Recognizing Pain in Animals.
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