La controversia en la mente del estudiante.
Un discípulo que se acercó a esta escuela, tenía grandes problemas para adecuar las enseñanzas a su forma de vida. No es posible que todo el mundo esté equivocado, pensaba el discípulo; esta escuela enseña que los seres humanos son buenos en lo más interno de sus corazones, pero yo he visto, no una sino multitud de veces, cómo hay personas que se aprovechan de otras, cómo hay gentes que sin importar los derechos de los demás, los pisotean con tal de alcanzar un beneficio para ellos mismos. ¿Cómo es posible que en esta escuela se enseñen cosas que a todas luces son contrarias a lo que vemos día con día?
Y sucedió que un día, el gran Pitágoras se hizo presente ante el foro, la ocasión era especial, se celebraba una de esas audiencias públicas en donde la escuela abría sus puertas y el pueblo entero acudía a llenarse, un poco, de esa sabiduría que, como luz divina, parecía iluminar los rostros de tan prestigiados mentores. El discípulo, sumergido en sus propios conflictos, decidió aprovechar la ocasión para interpelar al gran Pitágoras y en la primera oportunidad se dirigió a él diciéndole:
- Maestro: ¿Cómo es posible que dentro de esta institución se enseñe que los seres humanos son buenos en los corazones, todos sin excepción, cuando día con día vemos, sin tener que viajar mucho, que existen personas que se aprovechan de las bondades de otros, cuando vemos la injusticia imperar en cada rincón de nuestras vidas, cuando vemos lo difícil que es hacer lo correcto?, ¿cómo es posible que se enseñen tales cosas, si nosotros podemos observar lo contrario?.
La ignorancia frente a la luz.
Pitágoras era un gran lector de las almas de los hombres, inmediatamente adivinó que el muchacho que lo estaba cuestionando era uno de los novicios recién llegados, adivinó inmediatamente los conflictos que habían surgido dentro de su alma y queriendo aprovechar la ocasión en que el pueblo entero estaba reunido, le contestó así:
- Bien has dicho, los seres humanos buscan por todos los medios su propio beneficio, pero, ¿estarás de acuerdo conmigo en que cada una de las acciones que emprenden los seres humanos lo hacen pensando que obtendrán algún beneficio de eso?.
- Bien has dicho, los seres humanos buscan por todos los medios su propio beneficio, pero, ¿estarás de acuerdo conmigo en que cada una de las acciones que emprenden los seres humanos lo hacen pensando que obtendrán algún beneficio de eso?.
El discípulo asintió con la cabeza y Pitágoras continuó:
- Estarás entonces de acuerdo, que si un ser humano sabe a ciencia cierta que alguna acción le traerá complicaciones en su futuro, se abstiene de hacerlas; y el discípulo volvió a asentir.
- ¿Tú piensas, que las acciones injustas emprendidas por algún ser humano en perjuicio de otro, afecta a los seres que las están haciendo?
Y el discípulo se vio obligado a contestar:
- Pues de acuerdo a las Leyes divinas, está claro que toda persona que hace una mala acción, recibirá un castigo tarde o temprano.
- Yo te pregunto, continuó Pitágoras: ¿Si esos hombres injustos conocieran esa Ley que acabas tú de mencionar, si supieran que es cierta con plena confianza, crees tú que seguirían actuando mal?
Y el discípulo, después de meditar unos momentos, contestó:
- En verdad no, si todo el mundo supiera que las acciones injustas traerán daños a ellos mismos, definitivamente nunca las harían.
- Entonces, continuó Pitágoras, no es la maldad lo que impulsa a los hombres a ser injustos, sino la ignorancia, ¿estamos de acuerdo?
El discípulo asintió con la cabeza y el pueblo entero empezaba a darse cuenta de porqué Pitágoras era Maestro.
- ¿No creen entonces, siguió diciendo Pitágoras, que la más noble tarea a la que un ser humano se puede entregar en su vida, es precisamente a educar a la humanidad?. Y el discípulo tuvo que decir que sí.
- ¿No es en verdad entonces, que para llegar a ser un instructor de humanidades, antes debemos de ser discípulos obedientes y mantener presente siempre que nuestra ignorancia nos ha llevado a cometer múltiples errores?
El discípulo ya no podía mantener su mirada en el Maestro, con la cabeza agachada seguía diciendo que sí.
- ¿Y no crees tú, que es normal que una persona que ha vivido todo el tiempo en medio de la ignorancia, cuando se ve enfrentada a la luz por primera vez, sus ojos deben cerrarse porque la verdad lastima a su alma?
Y el discípulo seguía diciendo que sí.
- Pero también debe reconocer que, poco a poco, esa luz que por tantos siglos ha alumbrado a los instructores de humanidades, es un don divino y permanece al alcance de todos aquellos que anhelan poseerla. ¿No crees que si todos somos hijos de un mismo Dios, todos tenemos el mismo derecho de alcanzarla, si trabajamos arduamente y de manera disciplinada para lograrlo?
Y el discípulo dijo que sí.
- Entonces, de la misma manera como un discípulo disciplinado sigue las instrucciones de aquellos en quienes reconoce una mayor luz, de la misma forma, el alma que está inquieta por los conflictos internos, debe esperar pacientemente a que esa luz penetre en lo más profundo de su ser y disuelva las tinieblas que momentáneamente sumergen en conflictos a la mente del hombre.
El discípulo permaneció callado e inmóvil. Pitágoras entendió que su respuesta había sido aceptada, dirigió su mirada al pueblo reunido y siguió diciendo así:
- No siempre la luz divina es bien aceptada a los ojos del pueblo, nuestra resistencia al cambio nace de nuestra propia ignorancia, los seres humanos no pueden ver los beneficios que las enseñanzas divinas les traerán a largo plazo, prefieren complacer a su cuerpo, a sus sentidos, prefieren el beneficio del día de hoy y sacrifican el futuro armónico del mañana, comen todo lo que han guardado en sus arcas y se olvidan de que mañana llegará el invierno, complacen sus sentidos hoy, sin pensar que su vida no ha terminado y que el día de mañana tendrán que hacer lo mismo. Por eso, la luz que viene de los cielos nos vislumbra panoramas eternos, panoramas infinitos, en donde debemos aprender que los seres humanos son viajeros incansables y que podemos emprender el viaje perfectamente resguardados dentro de las enseñanzas de los grandes líderes espirituales.
Requisitos para que se abra la puerta del templo.
Las puertas de esta escuela permanecen abiertas a todo aquél que muestra ser digno de ella, ustedes tienen la decisión de seguir viviendo en medio de la obscuridad o luchar por hacer la luz dentro de ustedes; cambiar algunos hábitos, sembrar algunas semillas y mantener el corazón con un deseo ardiente y fervoroso por alcanzar la luz, esos son los requisitos. Cuando estas tres cosas se vean traducidas en acciones concretas, las puertas del templo se abrirán para ustedes y la luz divina se hará en sus mentes y en sus corazones.
El Maestro cerró su charla y mandó traer al discípulo a su presencia.
El discípulo, con los ojos cerrados, dejaba escapar algunas lágrimas, pues su alma había sido tocada por el Maestro. Cuando lo tuvo en su presencia, el Maestro le puso una mano en su hombro y le dijo:
- Algún día tú harás lo mismo por otros muchos que te preguntarán cosas similares. Que esas lágrimas que hoy derramas, sean precisamente de amor por la humanidad, que has decidido abandonar, para entregarte de lleno a esta enseñanza divina, porque algún día, ese mismo amor hará que tus pasos regresen y compartas algo de lo que aquí aprenderás, con todas esas personas que tal vez te criticaron y juzgaron cuando les mencionaste tu decisión de incorporarte a esta escuela. Que en tus ojos se haga la luz y vislumbres el panorama que el futuro ha dispuesto para ti. Cierra tus ojos al dolor que te causa entender que tu vida pasada no ha sido del todo correcta y abre tus ojos a esa vida gloriosa a la que estás a punto de entrar. Mira hacia el futuro y verás sólo alegría y felicidad.
El Maestro se levantó, puso su mano sobre la coronilla del discípulo y pronunció unas palabras en un idioma secreto. El discípulo sintió como si una fuerza electrizante bajara por todo su cuerpo y se quedó profundamente dormido. Cuando despertó se encontró en su cuarto con una cesta de deliciosas frutas y una nota que decía: ¡Bienvenido a la luz!
Esos son el tipo de recuerdos que nosotros vamos teniendo a medida que observamos el camino de todos los seres humanos, nos darán similitudes en la vida dentro de los templos monásticos, pero nunca olviden, que no importa si se encuentran dentro del templo o se encuentran en medio de las calles de las grandes ciudades, la enseñanza seguirá siendo la misma, sin importar si es recibida de Pitágoras, de un monje Tibetano o de un hermano de la calle.
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