martes, 12 de octubre de 2010

Darse los gustos

Desayunar al aire libre. Leer el diario o una revista. Inhalar y exhalar, adivinando la llegada de la primavera. Compartir una cena con amigas o con la pareja. Sentir el viento en la cara al dar un paseo en bicicleta o al caminar por un parque. Leer un libro al sol. Mirar por la ventana en un día de lluvia. Hornear cosas ricas para los hijos o para los nietos. Los grandes placeres de esta vida son, en realidad, momentos prácticamente cotidianos. Y, sin embargo, muchas personas ignoran que en ellos radica el verdadero significado de estar vivos. “Siempre me asombra constatar que a la mayoría de las personas que vienen a consultarme les cuesta brindarse cuatro placeres por día como mínimo; y, a veces, ni siquiera saben que cuentan con esa posibilidad”, escribe en Cuatro placeres diarios, ¡como mínimo! (Aguilar) la reconocida psicóloga argentina Evelyne Bissone Jeufroy, quien desde hace 40 años vive y trabaja en Francia, especializándose en la detección de personas que cargan con “secretos de familia” y, actualmente, desempeñándose como coach para quienes atraviesan dificultades puntuales en algún momento de sus vidas.
Su intención, dice, es ayudar de un modo ágil y ameno a descubrir cuáles son las cosas que nos hacen bien para, una vez identificadas, comenzar a practicarlas todos los días, toda la vida. Para ello, la especialista abre su consultorio y comparte historias reales de gente que comenzó una nueva vida a partir del disfrute, y que en algunos casos hasta mejoró de enfermedades como el cáncer. En Francia el libro ya va por su segunda edición: “Fue un éxito porque allá tampoco se hablaba de placer. Y eso que se cree que los franceses sí saben vivir la buena vida. Pero cargan con las mismas limitaciones que en los demás países”, cuenta la autora.
En su visita a Buenos Aires para presentar su nuevo libro (N. de la R.: el anterior se llama Salir del duelo), recibe a Para Ti con la calma y la alegría de quien aconseja hacer lo que dice y también lo que hace: disfrutar lo máximo posible de cada momento; algo que, sin duda, no siempre resulta fácil para el común de la gente. Excusas hay muchas: falta de tiempo o de energía, otras prioridades, sensación de culpa. “Muchas veces se cree que hemos venido al mundo a sufrir y se carga con la sensación de que no se puede o no se debe sentir placer. Pero se trata de una creencia limitante, un catolicismo mal entendido”, explica en un castellano levemente afrancesado.
¿Por qué estamos tan trabados a la hora de disfrutar? Porque es más fácil conformarnos con lo que “nos ha tocado”. Cuando no se está en el placer, todo es un freno. La menor complicación impide que la persona se sienta capaz de disfrutar de las cosas que le gustan. Parece más fácil vivir en la privación, porque muchos están educados para eso.
¿Cuáles son los obstáculos a sortear? Somos nosotros los que ponemos barreras para no alcanzar el bienestar, y debemos luchar contra eso. Las creencias positivas nos permiten vivir, nos abren paso a la vida. La idea de que es normal sufrir frena el placer y hace aparecer la culpa. Uno debería sentirse agradecido con la vida por lo que nos ofrece: un día de sol en invierno, una tarde con los nietos…
¿Cuál es el primer requisito para lograrlo? Tener suficiente dinero para comer y un techo donde dormir. Si no se tienen las necesidades básicas cubiertas, no se puede entrar en el placer. Pero, por otro lado, muchas personas tienen tanto que ya no sienten deseo. Y si no hay deseo, no hay placer. Cuando el deseo está colmado, ya fue, y hay que reconquistarlo. Como el placer es individual cada uno debe descubrir el suyo, aunque hay algunos comunes a casi todos: tomar un café en la terraza, ir al cine, compartir una buena comida.
¿Cómo se trabaja para descubrir qué es lo que le hace bien a cada uno? Cuando alguien viene a mi consultorio, le pido que escriba entre veinticinco a treinta cosas que le darían felicidad, desde grandes sueños hasta cosas muy pequeñas, fáciles de implementar en una rutina diaria. A todos les parece difícil al principio, hasta que descubren cuál es el truco. Y el truco está en poder distinguir qué se disfruta y qué no.
¿Cuáles son las limitaciones más recurrentes? Muchos confeccionan la lista, pero después no la concretan. Y hacer efectivo lo que nos hace sentir bien es lo más importante. Cuando pregunto por qué no lo hacen, me encuentro con que no saben cómo disfrutar. Por eso escribí el libro, para brindar esas herramientas. Encontrar el placer depende de cada uno y al lograrlo se adquieren recursos para enfrentar cualquier situación. El problema fundamental es querer que todo sea perfecto, eso genera frustración. No es necesario que uno cumpla con todo. Hay que dejar lugar para disfrutar de los hijos, de los amigos, del tiempo de ocio.
¿Y tus cuatro placeres diarios? Uno de mis grandes placeres es la lectura, así que no tengo televisión para poder hacerlo todo el día. En mi caso, tengo como quince placeres por día. Cinco, ni bien me despierto: pongo música, busco los diarios, llevo el desayuno a la cama, llamo a mis dos gatos y me cebo unos cuantos mates. Después me quedo un rato mirando por la ventana, apreciando todo. Y así me pongo en condiciones para afrontar el día.
¿Todos podemos cambiar realmente una manera de vivir? ¡Todos absolutamente! Tengo gente que me viene a ver y a sus 70 años logra hacer el proceso. No hay edad ni forma de ser. La única traba es pensar que no se puede. Cuando los pacientes llegan a mí, primero que nada los felicito por haber tenido el coraje. Hay quienes creen que el placer es sólo para los otros, los que tienen dinero o están en pareja. Eso no es cierto, en absoluto. Es cuestión de entrar en el momento presente, hacer un alto y realizar esas cosas que nos hacen sentir a gusto.
En el libro exponés casos en los que el placer resultó curativo, incluso para enfermedades como el cáncer. ¿Cómo puede suceder? Primero, hablando de las cosas que duelen y de los secretos de familia. Y después disfrutando de las cosas. La ausencia de placer es igual a enfermedad, porque el malestar baja las defensas. En cambio, cuando hay placer, el ser se eleva, da trascendencia. Claro que debemos ser cuidadosos con el tema: esta terapia no excluye el tratamiento médico. Hay que luchar en varios frentes, y la plenitud es fundamental para que el cuerpo tenga la fuerza para luchar contra la enfermedad. Pero no hay recetas infalibles. Lo único importante es tener fe y esperanza.
En general el tiempo y el placer parecen incompatibles. ¿Cómo se congenian? No es necesario tardar demasiado al hacer las cosas que nos gustan. La respuesta está en no realizarlas con automatismo, pensando en otra cosa. Entrar en el placer es entrar en el momento presente y, por eso, hay que conectarse con lo que se está haciendo y permitirse esa felicidad. Por supuesto que hay etapas de gran sufrimiento en la vida y hay que observarlas, vivirlas, en vez de huir de ellas. La única manera de salir del duelo es entrando en él: disfrutar de la vida no suprime el dolor. El placer es importante porque nos brinda alegría y seguridad en nosotros mismos. Pero el progreso está marcado por el sufrimiento.
¿Se pueden mantener las mismas actividades placenteras en el tiempo? No. El placer es efímero. Como nos rige el deseo, no está mal que siempre haya un poquito de frustración también. Cuando el deseo está colmado hay que buscar nuevos placeres. Es un acto de construcción permanente, donde uno es actor de su vida, el protagonista de la película, quien debe salir a buscar su propio bienestar y esas respuestas que sólo tienen sentido en el marco de la propia vida.¿Qué deben hacer quienes creen que el placer es superfluo o incluso algo prohibido? Es habitual que exista ese sentimiento. Pero no hay que olvidar que vivir un momento de placer nos hace mejores para nosotros y los demás. Si una mujer llega agotada del trabajo y tiene ganas de darse un baño de inmersión, pero siente culpa porque todavía no jugó con sus hijos, debe explicarles a los chicos que tomará un baño para estar más contenta y ser una mejor compañera de juegos. Ellos lo entenderán. Se debe decir qué es lo que se disfruta y qué no. Hacer lo que no queremos sin chistar repercute luego en el cuerpo.
¿Qué diferencias ves entre los argentinos y los franceses a la hora del placer? Los franceses saben disfrutar de la buena comida, pero les cuesta entrar en otras actividades placenteras. El argentino es mucho más adaptable, encuentra soluciones y es más creativo. Se las arregla, tiene alegría de vivir y arma relaciones humanas extraordinarias. Hay una riqueza enorme acá, pero muchos no se dan cuenta del enorme potencial que tienen.
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Realmente asombra que las personas, mujeres y hombres, busquen la felicidad como si fueran tras una quimera, olvidando que la misma consiste tan sólo en estos pequeños placeres cotidianos.
Maitri

3 comentarios:

  1. Inspiradoras palabras.

    Pero es que engordan, suben la insulina, generan adicción, nos exponen a críticas o cuestan un ojo de la cara...

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  2. buenísima nota!! ahora que estoy parando en el hotel alvear palace en Buenos Aires me trajeron la Para Ti y me pareció genial! no la conocía!!
    espero llevarme muchas para Chile que es donde vivo

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