jueves, 3 de marzo de 2011

Aprender a escuchar nuestro cuerpo...


Para aprender a escuchar el cuerpo primero que nada necesito tener conciencia de cómo soy, es decir qué pienso, qué siento y cómo actúo, cómo vivo: sexo, edad, lugar en el que vivo, tipo de clima, actividad laboral, si soy soltero o vivo en pareja, si vivo en casa o departamento, en la ciudad o en el campo, comprender mi  historia personal y familiar, si tengo una vida social intensa o no, mis características psicológicas y emocionales, qué como y cómo como, si hago actividad física y si así fuera cuál, si hago actividades expresivas, si tengo una vida sexual activa o no.

Profundizando más para conocer mi cuerpo necesito saber si estoy en primavera, verano o invierno, ya que dependiendo de cada estación mis órganos y mi psiquis van a funcionar distintos, ya que cada época del año tiene que ver con ciclos dentro de la naturaleza que permiten estados diferentes. Por ejemplo el otoño es un período de descarga, por algo las hojas caen de los árboles, y en nosotros ocurren descargas similares.

El estómago, el páncreas y el bazo son los órganos más afectados en esa época, además comienza un tiempo de meterse hacia adentro con lo cual el sentimiento de introspección y nostalgia es más fuerte; el invierno tiene que ver con la quietud, con el silencio hay un meterse para adentro más hondo y eso conlleva a una situación anímica determinada que afecta el funcionamiento de nuestro estado general. Es decir, cada estación, con sus características y diferencias, genera en los seres humanos estados psico-físicos distintos.

Si la luna está llena, creciente, decreciente o nueva, también afecta a nuestra naturaleza, ya que si las mareas y los cultivos son afectados por el ciclo lunar lo mismo ocurre con nosotros. Por ejemplo, los días de luna llena estamos mucho más energetizados, excitados y se duerme menos horas o bien tenemos más dificultades en conciliar el sueño. El índice de humedad, la presión atmosférica, la temperatura, los vientos, la lluvia, la presencia del sol, la presencia de nubes, la calidad del aire que respiramos, todo afecta íntimamente nuestro estado.

¿Qué es lo que  nos impide escuchar el cuerpo?
Entre las distintas razones podríamos decir, en primer lugar, que tiene que ver con la falta de sensibilidad. Esta falta de sensibilidad está relacionada por un lado con un incesante parloteo mental que genera un estado de embotamiento. El parloteo mental es producto de la falta de meditación, entendida ésta como una posibilidad de conocimiento propio, es decir darse el tiempo y el espacio para quedarse con uno y entender todos esos pensamientos que responden a situaciones no terminadas, no comprendidas y también darse cuenta de la mecanicidad de la mente.

También el miedo en todas sus formas es responsable de la falta de sensibilidad, éste miedo a su vez endurece, encierra y esto quita capacidad de sentir, éste se manifiesta por ejemplo, cuando tenemos un malestar físico y creemos que esto nos puede llevar a una enfermedad terminal, y esto a su vez se ve exacerbado por la actitud que tiene la medicina convencional de funcionar a través de generar temor en las personas. Sucede, en general, que si una persona con un dolor de estómago va al médico, éste primero que nada le manda a hacer una serie de estudios los cuales dan cifras. La lectura de estas cifras se dan en función de promedios donde se leyeron a unas ciertas cantidades de personas, pero fuera de éstas existen otras tantas que tal vez funcionen bien y no responden a esos parámetros. También aquí existen intereses creados ya que muchos laboratorios medicinales pagan cifras muy grandes para que los parámetros sean de tal forma como para vender más de ciertos medicamentos. Determinar, por ejemplo, que el índice de colesterol sea tal, que haya que vender más medicamentos que ayuden a bajarlo.

Volviendo a la persona con dolor de estómago, ésta sale de su médico con una serie de medicamentos para aliviar su estado, eliminar el síntoma y además con el temor de que si no lleva adelante este tratamiento puede desembocar en algo “peligroso”. Este accionar genera insensibilidad, en primer lugar porque se actúa a partir del miedo, se bloquea la posibilidad del organismo de expresar su sentir a partir de una descarga necesaria, es decir, se insensibiliza al no dejar salir las toxinas que están pidiendo ser eliminadas, y estas toxinas son producto tanto del cuerpo como de la mente. En segundo lugar se está ingiriendo una serie de medicamentos, que por su misma química y las contraindicaciones que tienen, insensibilizan los órganos, alteran la calidad de la sangre y la claridad del pensamiento.

Empezar a escuchar el cuerpo sería estar atento y perceptivo al síntoma, descubrir el miedo que hay atrás de toda sensación de malestar, con lo cual probablemente más del 50% de los síntomas desaparecerían. Tomar medicamentos para eliminar el síntoma significa eliminar la posibilidad de entender, comprender todas las motivaciones subyacentes que hay detrás de toda manifestación física. También es importante buscar la información necesaria acerca de cómo resolver malestares, investigando uno mismo a través de una bibliografía adecuada, de profesionales responsables que ayuden a prevenir y trasmitan conocimientos como para generar la independencia. Es importante también no derivar a otro la responsabilidad sobre nuestros problemas físicos y psicológicos, es decir poner interés en aprender y dar posibilidad de ir siendo uno mismo su propio curador.

Jung decía: "La enfermedad es la expresión que tiene el cuerpo de mostrar lo que la mente no ha llegado a comprender".

Estas manifestaciones están sustentadas en una forma de ser y de funcionar frente a la vida, por lo tanto en lugar de actuar sobre el síntoma, lo importante es poder cambiar la forma de actuar, de funcionar, con lo cual los síntomas desaparecerían.
Es aquí dónde la meditación tiene su validez, ya que permite llegar a la raíz de nuestros conflictos y esto permite cambios naturales, profundos y sustentables en el tiempo, que fortalecen a la persona.
Hoy existe lo que se llama una “Nueva Medicina”, que intenta curar por medio de la meditación y de los elementos que la naturaleza ofrece a través de la nutrición, la actividad física, el contacto con el aire, el fuego, el agua, la tierra y la capacidad de vivir creativamente. Existen muchas evidencias al respecto, dónde se ha podido comprobar la capacidad curativa de la meditación y de estos elementos.
Esta manera de cambiar, producto de la comprensión que tiene que ver con el no esfuerzo y con la no lucha dan lugar a una vida plena, con paz interior y libertad. Sensibilidad, fortaleza, humildad, coraje y fundamentalmente un gran interés en generar un cambio es la conjunción necesaria para que lo anterior sea posible.

Esa es la belleza de la vida.
Autores: Liliana Racauchi y Jose Bidart
Gracias, Alexisa

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