A menudo las mujeres y los profesionales de la salud actúan como si la menopausia fuera una enfermedad; lo cierto es que esta época de la vida de la mujer debería vivirse con más naturalidad y con menos sobresalto.
La menopausia implica el fin de la fertilidad femenina, ni más ni menos; no debe implicar trastornos ni en la sexualidad ni en las actividades que puede realizar una mujer sana y vital.
En esta etapa se producen cambios hormonales que provocan una tendencia a padecer sofocos y sudoración, insomnio, ansiedad, depresión, sequedad vaginal, sobrepeso, hipercolesterolemia, problemas cutáneos o debilidad ósea; estos trastornos se manifiestan en forma variable y no necesariamente tienen que afectar el bienestar y la salud femenina, sino que son sólo una predisposición estadísticamente más frecuente.
La alimentación es un factor clave en la vida de la mujer que ha pasado los cuarenta; en esta etapa debe procurarse que la dieta sea rica en calcio y minerales. Muchas mujeres consumen grandes cantidades de lácteos pensando que estos constituyen la mejor fuente de calcio; a pesar de que esta creencia es muy generalizada, aún entre médicos, dietistas y naturópatas, esto, definitivamente, no es así. La leche y sus derivados son demasiado ricos en proteínas y generan intolerancia al azúcar de la leche (lactosa), factores que entorpecen la asimilación del mismo. Las mejores fuentes de calcio asimilable son los higos secos, las almendras, el sésamo, el berro, la col, el perejil o la soja; todos estos alimentos tienen el beneficio adicional de poseer nutrientes sinérgicos al calcio como el magnesio, el boro o el zinc, además de brindarnos cantidades adicionales de fibra que ayudan a prevenir el colesterol y el sobrepeso.
Otro de los beneficios de la alimentación es la posibilidad de incorporar naturalmente fitoestrógenos; estas sustancias han demostrado poseer propiedades preventivas de la osteoporosis, las enfermedades cardiovasculares, el cáncer, los sofocos o como alternativa al tratamiento de sustitución hormonal; podemos incorporar fitoestrógenos prestando atención al consumo de ajo, legumbres, especialmente la soja y sus derivados, o suplementando la dieta con propolis, ginseng o ginkgo biloba.
El aceite de onagra ha demostrado, tras más de treinta años y cientos de estudios, ser un regulador hormonal que aporta grandes beneficios a la salud femenina, mejorando los problemas circulatorios, la sequedad vaginal, los problemas de piel o los trastornos emocionales sin ningún efecto indeseable.
Como a lo largo de toda la vida, la actividad física es fundamental en la menopausia, sobre todo para mantener la densidad ósea; el hueso necesita carga mecánica para realizar eficientemente su metabolismo. Una vez más, el sedentarismo constituye un enemigo de nuestra salud, y aunque el ritmo y la intensidad del ejercicio debe determinarse individualmente, es importante evitar todo tipo de inmovilidad.
De esta forma, y gracias a los recursos que la naturaleza nos brinda, la mujer de hoy cuenta con la posibilidad de lograr que la menopausia sea la etapa más vital y feliz de su vida.
Gracias, querido Pablo de la Iglesia.
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