El pejesapo parece hecho con los desperdicios de la Masa Primordial. Se trata de un pez constituido por gelatina, úlceras y unas aletas atrofiadas. Parece un híbrido de sapo y murciélago, y puede cambiar de colores como el camaleón.
Otra defensa de pejesapos como el Histrio histrio de los sargazos es tragar agua y volverse terroríficos globos con espinas.
El pejesapo carece de vejiga natatoria, por lo que echa buches que expulsa por las branquias bajo las aletas dorsales, como vehículo de propulsión a chorro.
Aparte de la rudeza de sus rasgos, el pejesapo posee una caña de pescar integrada al equipo. Se trata de la espina modificada en sedal o Illicium de la que cuelga una esca o señuelo que simula un gusano o cierto pececito desconsolado.
De esa manera, lo único que debe hacer el pejesapo es acomodarse bajo cualquier reducto en la arena del fondo marino y aguardar a que arribe la presa atraída por una luminosidad que emana del señuelo merced a bacterias como de luciérnagas.
El pejesapo repliega su señuelo en una membrana entre las espinas dorsales ante animales más grandes, pues si su esca es mordida deberá asumir un ayuno brahamánico aguardando con paciencia zen a que brote un nuevo apéndice de su cabeza de boca fruncida con enojo.
El pejesapo es un padre abnegado a pesar de su fealdad, pues se adhiere las plastas de huevos que recién fertiliza luego de que su pareja se atiborra como piñata para acercarse a la superficie a desovar; y en otras ocasiones protege con sus aletas a sus herederos hasta que brotan dispuestos a seguir embelleciendo al mundo.
Cuando se trata de atragantarse con una presa de tamaño familiar, los pejesapos no se andan con cosas, pues se van sobre su víctima y se la engullen en las panzas que se expanden.
Los adornos que completan la fisonomía del pejesapo son manchas, rayas y verrugas suficientes para abastecer a una congregación de hadas malas. Ya con todo su equipo dispuesto, se la pasan en arrecifes y corales, a los cuales impiden el movimiento libre de sus pólipos al aplastarse con la contundencia de un buda atrofiado.
El pejesapo adquiere nombres elegantes según el diseño del que se trate: Lophius piscatorius o pejesapo monje, que es una masa deforme de hasta 40 kilos; Antennarius maculatus o pejesapo verrugoso, ese sí, hecho a la mala; o el Melanocetus Jonsoni: pejesapo Diablo negro de 18 cm. y medio kilo de peso: un animal de mandíbulas inmensas repletas de dientes que harían parecer sobrias las fauces de un tiburón, con la piel blanda de la que destaca su larga caña de pescar.
El pejesapo se define como pez teleósteo o de osamenta completa. Y va desde unos centímetros hasta el tamaño de una pelota de futbol; sin embargo nada de eso cuenta a la hora de la depredación, cuando los buques japoneses arrasan con toneladas de aterrorizados pejesapos de igual manera en que hacen con varios cangrejos errabundos.
Cuentan los gourmets que la carne del pejesapo es muy sabrosa y sirve para hacer platillos como el ‘Pejesapo chupín’, donde a los susodichos se les convierte en rebanadas repletas de rodajas de cebolla que serán mojadas en vino tinto y sazonadas con cuatro dientes de ajo mongol picado y dos pimientos amarillos.
No obstante, tratándose de cantidades industriales, corporaciones como la china Hong Chan no se tientan el corazón, y en lugar de vender pejesapos enlatados los suplen con peces globo rebosantes de toxinas Tetrodotoxin, igual que han hecho con cubos de tofú salado o manzanas deshidratadas mezcladas con aditivos de ciclamato.
A pesar del ensañamiento de la naturaleza con el pejesapo, existe un animal más repulsivo: el horripilante pez dragón de los abismos.
Otra defensa de pejesapos como el Histrio histrio de los sargazos es tragar agua y volverse terroríficos globos con espinas.
El pejesapo carece de vejiga natatoria, por lo que echa buches que expulsa por las branquias bajo las aletas dorsales, como vehículo de propulsión a chorro.
Aparte de la rudeza de sus rasgos, el pejesapo posee una caña de pescar integrada al equipo. Se trata de la espina modificada en sedal o Illicium de la que cuelga una esca o señuelo que simula un gusano o cierto pececito desconsolado.
De esa manera, lo único que debe hacer el pejesapo es acomodarse bajo cualquier reducto en la arena del fondo marino y aguardar a que arribe la presa atraída por una luminosidad que emana del señuelo merced a bacterias como de luciérnagas.
El pejesapo repliega su señuelo en una membrana entre las espinas dorsales ante animales más grandes, pues si su esca es mordida deberá asumir un ayuno brahamánico aguardando con paciencia zen a que brote un nuevo apéndice de su cabeza de boca fruncida con enojo.
El pejesapo es un padre abnegado a pesar de su fealdad, pues se adhiere las plastas de huevos que recién fertiliza luego de que su pareja se atiborra como piñata para acercarse a la superficie a desovar; y en otras ocasiones protege con sus aletas a sus herederos hasta que brotan dispuestos a seguir embelleciendo al mundo.
Cuando se trata de atragantarse con una presa de tamaño familiar, los pejesapos no se andan con cosas, pues se van sobre su víctima y se la engullen en las panzas que se expanden.
Los adornos que completan la fisonomía del pejesapo son manchas, rayas y verrugas suficientes para abastecer a una congregación de hadas malas. Ya con todo su equipo dispuesto, se la pasan en arrecifes y corales, a los cuales impiden el movimiento libre de sus pólipos al aplastarse con la contundencia de un buda atrofiado.
El pejesapo adquiere nombres elegantes según el diseño del que se trate: Lophius piscatorius o pejesapo monje, que es una masa deforme de hasta 40 kilos; Antennarius maculatus o pejesapo verrugoso, ese sí, hecho a la mala; o el Melanocetus Jonsoni: pejesapo Diablo negro de 18 cm. y medio kilo de peso: un animal de mandíbulas inmensas repletas de dientes que harían parecer sobrias las fauces de un tiburón, con la piel blanda de la que destaca su larga caña de pescar.
El pejesapo se define como pez teleósteo o de osamenta completa. Y va desde unos centímetros hasta el tamaño de una pelota de futbol; sin embargo nada de eso cuenta a la hora de la depredación, cuando los buques japoneses arrasan con toneladas de aterrorizados pejesapos de igual manera en que hacen con varios cangrejos errabundos.
Cuentan los gourmets que la carne del pejesapo es muy sabrosa y sirve para hacer platillos como el ‘Pejesapo chupín’, donde a los susodichos se les convierte en rebanadas repletas de rodajas de cebolla que serán mojadas en vino tinto y sazonadas con cuatro dientes de ajo mongol picado y dos pimientos amarillos.
No obstante, tratándose de cantidades industriales, corporaciones como la china Hong Chan no se tientan el corazón, y en lugar de vender pejesapos enlatados los suplen con peces globo rebosantes de toxinas Tetrodotoxin, igual que han hecho con cubos de tofú salado o manzanas deshidratadas mezcladas con aditivos de ciclamato.
A pesar del ensañamiento de la naturaleza con el pejesapo, existe un animal más repulsivo: el horripilante pez dragón de los abismos.
Gustavo Guerrero
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Gustavo Guerrero es un compañero de letras, que me permitió generosamente subir uno de sus textos. Mi interés radica fundamentalmente en esta parte de su texto:
"No obstante, tratándose de cantidades industriales, corporaciones como la china Hong Chan no se tientan el corazón, y en lugar de vender pejesapos enlatados los suplen con peces globo rebosantes de toxinas Tetrodotoxin, igual que han hecho con cubos de tofú salado o manzanas deshidratadas mezcladas con aditivos de ciclamato".
Cumplo en alertarlos al respecto.
Y respecto a su fealdad, la Madre Naturaleza sabe muy bien cómo crear a sus criaturas, por algo es, (además me encanta).
Delia
No hay comentarios:
Publicar un comentario