¿Hay chistes divertidos
que pueden ayudarme
a aprender de los niños?
De la mano de un montón de chistes divertidos, prepárate para partirte de risa de una manera diferente.
¿Quién ha dicho que los niños tienen que aprender de los adultos, y no al revés?
A continuación, encontrarás gran cantidad de chistes divertidos que te harán ver a los niños de un modo completamente distinto.
¡Que te diviertas!
—No estoy jugando —protesta el pequeño—. Estoy intentando encenderme un cigarro.
—Papá, ¿a dónde llevan a los locos?
—Al psiquiátrico.
—¿Y para qué los llevan allí?
—Para intentar curarlos.
—O sea, que sólo hace falta que unos cuantos se pongan de acuerdo sobre qué es lo normal para enviarte allí si consideran que tú eres diferente, ¿no?
—Papi, ¿para entrar en el cielo se necesita carnet de socio?
—No, hijo, pero hay que pagar un alto precio.
—¿Y crees que si me hago cura me harían una rebajita?
—Papi, en la tele han dicho una palabra rara. ¿Qué es una “dictadura”?
—Cuando te quitan la libertad de hacer lo que quieres.
—Gracias, papi. ¡Maldita dictadura de escuela!
—Papi, ¿de dónde vienen los niños?
—Los traen las cigüeñas.
—¡Claro! Ahora entiendo mi miedo a las alturas.
—Pablito, ¿tu padre te grita cuando no haces lo que él quiere?
—No, dice que así no se consigue nada. Él directamente me arrea un tortazo.
—Paquito, ¿tus padres te dejan ver los dibujitos de la tele?
—No, dicen que muestran demasiada violencia —responde el pequeño—. Sólo me dejan ver el telediario.
—Abuelita, ¿tú qué usas para absorber el flujo menstrual: tampax o compresas?
—Ya nada, cariño.
—¿Es que estás embarazada?
—Papi, ¿por qué siempre te pones nervioso cuando ves un coche fúnebre?
—Porque me recuerda a la muerte.
—¿Y por qué esa señora le cae tan mal a todo el mundo si ella sólo está haciendo su trabajo?
—Cariño, ¿te gusta esta cazadora vaquera para ti?
—Sí, pero no me parece justo que un borrego tenga que pasar frío este invierno para que yo vaya calentito con una chaqueta forrada con su piel.
—Mami, un niño del cole me ha dicho que pierdo aceite.
—¿Y tú qué le has contestado?
—Que no se le ocurra ponerse detrás mía: no sea que vaya a resbalarse.
Dos pequeños charlando:
—Mi papá se fue de casa un día y nunca más regresó.
—¿Y cuál fue la reacción de tu madre?
—Ya te la puedes imaginar: montó una fiesta para celebrarlo.
—Carlitos, ¿tu padre qué es?
—Ganadero.
—¿Majadero? —pregunta el sordito.
—Bueno, eso también.
—Va a caer un chaparrón.
—¿Cómo lo sabes, mami?
—Porque las nubes están negras.
A continuación, el hijo ve a su padre bajarse del coche y dirigirse hacia la casa.
—Mami, me va a caer un guantazo.
—¿Cómo lo sabes, hijo?
—Porque papá viene negro del trabajo.
—Papi, un niño del cole se ha ofendido, porque le he dicho que estaba muy gordo.
—Es normal, ¿qué esperabas?
—Pues que me diera las gracias. ¡Encima de que me preocupo por su salud!
—Papi, ¿a ti te han dado alguna vez una paliza?
—No, yo nunca he buscado jaleo.
—Ni yo tampoco. Es el jaleo quien me busca a mí.
—Mami, ¿para qué te pones esa crema en la cara?
—Para retrasar el envejecimiento.
—¿Y tienes una crema para acelerarlo? A ver si se me quita esta cara de lechuguino que tengo.
—Pablito, ¿quieres jugar conmigo al tenis?
—No tengo raqueta.
—¿Y al fútbol?
—No tengo botas.
—¿Y al escondite?
—No tengo… ganas.
—Papi, una compañera de clase me ha dicho que tengo “poca salida”. ¿Qué significa eso?
—Te lo explicaré con un ejemplo: los descapotables tienen “poca salida” en los países de clima frío.
—Ya entiendo. Entonces seguramente no me dijo que tenía “poca salida”, sino que estaba un “poco salido”.
—Carlitos, hace tanto calor que no tengo ganas de hacer nada.
—Ni yo. ¿Te vienes a perseguir lagartijas?
—¡Vamos!
—Papi —pregunta el pequeño—, ¿por qué tienen encerradas a las joyas en urnas de cristal blindado? ¿Es que temen que se escapen?
—Mami, ¿qué es una actriz de variedades?
—Es una que sabe interpretar, cantar y bailar.
—¿Y cobra también el triple que las demás actrices?
—Hijo, ¿te gustaría que en Navidad montáramos un bonito belén?
—¿Para qué? Papá ya se encarga de montarnos uno cada noche.
—Cariño, las vacaciones ya están al caer.
—Sí, menuda lata.
—No te entiendo. ¿No te apetece perder de vista a tus profesores?
—Para nada. ¿A quién le voy a hacer ahora mis gamberradas?
—Hijo, la tutora ha escrito en tus calificaciones que tu rendimiento escolar es muy deficiente.
—¿Y eso qué significa?
—Que tienes que trabajar más.
—¿Pero no estaba prohibida la explotación infantil?
—Mami, hoy he aprendido en el cole que la esposa del faraón Amenofis IV fue la reina Nefertiti.
—Me alegro, hijo. ¿Y qué harás ahora con ese dato?
—Lo mismo que con los anteriores: olvidarlo dentro de un par de días.
—¡Mira mami, con qué voz tan ronca me he levantado esta mañana!
—Hijo, lo que has pillado es una faringitis.
—¡Mierda! —se lamenta el pequeño—. Y yo que creía que ya me había hecho mayor.
—Mami, la seño me ha dicho que soy un guarro, porque he pegao un moco en el pupitre.
—Y tiene toda la razón. ¿Por qué lo pusiste allí?
—Para que le hiciera compañía a sus hermanitos.
—Mami, ¿me das 50 céntimos para chuches?
—No, que después no comes.
El niño se dirige entonces a su padre:
—Papi, ¿me das 50 céntimos para cromos de monstruos?
—No, que después no duermes.
Por último se dirige a su abuelo:
—Abuelito, ¿me das 50 céntimos para lo que TÚ quieras?
—Rosita, ¿a ti qué chico de la escuela te gusta más?
—No me gusta ninguno.
—No digas tonterías. De los 400 alumnos que hay en el colegio, ¿no hay ninguno que te guste?
—Para casarme, no.
—Papi, ¿por qué los dirigentes de muchos países son tan belicistas?
—Supongo que, porque de pequeños, no jugaron lo bastante a la guerra.
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