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domingo, 1 de agosto de 2010
Los primeros ecologistas eran americanos:
Hay un hecho que marca y caracteriza las formas de vida de los pueblos aborígenes americanos: el respeto reverencial hacia la Tierra. Se trata de unos pueblos y unas tradiciones donde han existido muchos individuos que, sin dejarse obnubilar por los prodigios tecnológicos de la civilización impuesta por los europeos, han avizorado los peligros que se cernían sobre la especie humana como consecuencia de caminar por esa senda. Thomas Banyacya, jefe indio de una aldea hopi del noreste de Arizona, ha dicho:
"La avanzada capacidad tecnológica del hombre blanco se ha producido como resultado de su falta de consideración hacia la senda espiritual y hacia todos los seres vivos. El anhelo del hombre blanco de posesiones materiales y poder lo ha cegado respecto del dolor que ha causado a la Madre Tierra en busca de lo que él recursos naturales".
La Tierra, ha sido milenariamente para el hombre americano la Gran Madre, la Pachamama. De ella, generosamente, proviene no todo el alimento que necesitamos, sino también todos los materiales de los que fabricamos los vestidos que nos cubren y las que nos cobijan. De la Pachamama provienen además todas las medicinas que nos ayudan a sanarnos.
El hombre americano antiguo se consideró por eso como un Hijo de la Tierra, y cuidó mucho el reverenciar esta relación a la que consideró sagrada. Así lo dice por ejemplo una vieja oración sioux:
"¡Oh Unchi, Ina, nuestra Abuela y Madre, Tú eres sagrada!
Sabemos que nuestros cuerpos han venido de Ti."
Así como queda dicho: "también los cuerpos provienen de la Tierra". Esto me lo dejó ver sagazmente el taita Arturo Chiriboga en una conversación que mantuvimos tiempo atrás más o menos en los siguientes términos: si lo vez bien - me decía - cada bocado que te llevas a la es un pedazo de la Madre Tierra. Y una vez que lo ingieres, ese bocado de alimento se transforma y se convierte en todas las partes que constituyen tu cuerpo físico: tu piel, tu sangre, tu , todas tus células. Estás hecho de Tierra y gracias a la Tierra es que tu ser y se renueva constantemente.
Después de estas palabras, empecé a entender que aquel considerarse Hijos de la Tierra tan común a tantos pueblos ancestrales de nuestro continente, iba bastante más allá del romanticismo que parece aparentar ante los oídos profanos. Nuestros abuelos se consideraban Hijos de la Tierra porque habían comprendido muy bien esta relación vital entre la Pachamama y nosotros, sus hambrientos retoños. Ahí empecé también a explicarme los cientos de ritos de agradecimiento a la Tierra que tantos pueblos, no solo en América sino en todo el mundo han creado a través de los tiempos. Y es que entablar una relación sagrada implica una actitud : el mantenimiento de un cuidado , una y unas formas reverentes que despierten en los hombres y en las comunidades el deseo de moverse en armonía con el objeto considerado sacro. Esto está en la esencia misma de la actitud religiosa y es tan consustancial al ser como el respirar. Lástima que no solo la Tierra pueda ser considerada objeto de culto, también pueden serlo el o las materiales.
Pero vivimos tiempos nuevos. Por todas partes en América, desde Alaska hasta el sur de , hay un despertar de nuestras viejas tradiciones espirituales. Por todas partes, cada vez más hombres y mujeres de los pueblos nativos y de los sectores mestizos se vuelcan en búsqueda de los guardianes de la sabiduría ancestral, y vuelven a hacer los caminos iniciáticos que los ponen en con los rituales y ceremonias antiguas de nuestra tierra. Vuelven de ese modo a encontrar los caminos espirituales autóctonos y a recuperar prácticas religiosas que se mantuvieron en la sombra durante siglos.
Este respeto natural hacia la Tierra se pone en evidencia por ejemplo cuando constatamos que, para los antiguos pobladores de América del Norte, no existía el concepto de "propiedad de la tierra". Cuando los ejércitos de la pujante nueva nación que había sido fundada por George Washington en 1776 empezaron durante el siglo 19 a desplazar y arrinconar en reservaciones a los indios, utilizaron como una de sus estrategias la de proponer la de los territorios de los pueblos nativos. Para los indios, esta era una propuesta descabellada, casi aberrante. La Tierra era su Madre y no entendían cómo alguien pudiera venir a proponerles a su Madre.
Dentro de esta tradición, lo recordaba Joseph Epes Brown , la Tierra es sagrada también porque "en Ella ponemos nuestros pies, y desde Ella le enviamos nuestras voces a Wakan Tanka". La Tierra es sagrada porque nos sostiene, porque es sobre ella que podemos hacer nuestros caminos y (dentro del plano espiritual) orar y enviar nuestros pedidos y agradecimientos al Gran Espíritu que gobierna la creación. Y es que para el antiguo hombre americano, tal vez lo más importante en la vida es la búsqueda del Espíritu, el reconocimiento de que somos seres espirituales y de que esa relación es, en último término, la que saber encontrar y mantener.
Los movimientos ecologistas, hay que decirlo finalmente, aparecieron en la segunda mitad del siglo veinte como respuesta a los evidentes signos de deterioro ambiental provocados por el modo de vida occidental en nuestro planeta. En las pocas décadas que llevan trabajando en los distintos campos del conservacionismo, han conseguido cuando menos sensibilizarnos respecto del grave problema a que se ve abocada la humanidad contemporánea. Pero estamos en una contra el tiempo y todavía tendrán que morir generaciones enteras de hombres y mujeres que nacieron y crecieron ausentes al drama ecológico. Hombres y mujeres que creyeron que la Tierra estaba allí simplemente para proveer al ser humano de todos los recursos que su banal y destructor modo de vida requiriera. Los recursos - hoy lo sabemos bien - no son inagotables, y ya ni siquiera se trata de encontrar consensos para instaurar modelos "sustentables".
Se trata, como bien ha reconocido Raimundo Panikkar, de hacer "un pacto de alianza con la Tierra".
Esta nueva relación, esta nueva consciencia, este pacto de alianza y paz entre el hombre y la Tierra, es una lección y un legado que la civilización industrialista y de consumo puede aprender de cualquiera de los pueblos y grupos que continúan practicando las antiguas tradiciones nativas.
"La Ceremonia del día de la Tierra - relata Eagle Man - se lleva a cabo en el , donde se invoca a las cuatro direcciones, así como a los poderes de la tierra y el cielo, para hacerle saber a estas energías que la gente está dando todo su apoyo y respeto a la Madre Tierra. Reconocer a las direcciones es una parte común de las ceremonias nativas, pero aquí está relacionado con el tema ambiental".
Tal vez las cosas empiecen a mejorar cuando empecemos a entender - como bien lo sabían nuestros abuelos y lo siguen repitiendo hasta el cansancio nuestros hombres de - que:
"... aquello que le hago a la Tierra, me lo hago a mí mismo; y aquello que me hago a mí mismo, se lo hago también a la Tierra. Porque en el plano de los espíritus, todos somos parientes; todos estamos interrelacionados".
Fuente:www.monografias.com
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No me cabe duda de que el jefe indio hopi del noroeste de Arizona tiene toda la razón del mundo, ya que una mayoría del hombre blanco carece de valores y de sentimientos cuando se trata de enriquecerse y de adquirir poder,y con tal de conseguirlo, no le importa contaminar el medio en que vive y matar a otros seres vivos incluyendo a sus semejantes.
ResponderEliminarPor mi parte considero, que debemos de respetar el equilibrio de la naturaleza si queremos seguir subsistiendo, ya que nuestros mismos cuerpos están constituidos por el agua y los minerales de la propia Tierra, por lo tanto, también somos naturaleza.
Gracias por la gran labor que estás haciendo al Mundo a través de tu blog Delia, un abrazo José