Según el Dr. González Infante (Profesor de Psiquiatría de la Universidad de Cádiz), el aborto es lo que técnicamente se considera una “vivencia”, es decir, un suceso que no deja indiferente a la persona, sino que produce una reacción psicológica (existe un antes y un después). Otros ejemplos de vivencia –que puede ser positiva o negativa- son tener un hijo, padecer un robo con intimidación, etc.
La reacción de la mujer ante este acontecimientro vivencial puede ser de tres tipos: un 5% de las mujeres pueden no inmutarse en absoluto tras un aborto. Generalmente, se trata de casos ligados a condiciones patológicas, relacionadas con la falta de respuesta emocional a diversos estímulos, tanto positivos como negativos. Luego, una mayoría de mujeres, en torno al 85%, tendrán repercusiones psicológicas negativas más o menos intensas y duraderas. No se trata de un proceso patológico, sino la reacción natural a una vivencia negativa, que pone en marcha los resortes personales necesarios para superar la situación. El resto, un 10% de las mujeres sufre un proceso patológico conocido generalmente como “síndrome post-aborto”, por el que caen en una tristeza insuperable, que puede llevar a ideaciones suicidas y diversos comportamientos autolesivos.
El Dr. Poveda (Profesor de Psicología Médica de la Universidad Complutense de Madrid), comenta que el síndrome post-aborto es similar al síndrome de estrés post-traumático, como el que se vive tras sufrir un accidente con víctimas mortales. La paciente manifiesta ideas del tipo: “me tendría que haber muerto”, que es necesario reconducir a lo largo del tratamiento. La presentación del síndrome es variable, pero es frecuente que la paciente ni siquiera relacione sus problemas anímicos con la vivencia del aborto. Por ejemplo, puede caer en una tristeza insoportable en determinada época del año, por motivos para ella inexplicables; al investigar, se descubre que se practicó un aborto y la fecha en la que tenía que haber nacido el niño coincide con esa época en la que ella se siente mucho peor (existe una relación inconsciente). También es posible que el detonante sea simplemente ver niños pequeños, o enterarse de que alguien cercano espera un hijo.
Las experiencias narradas por mujeres que han abortado coinciden con las observaciones médicas. P. ej., Esperanza Puente, portavoz de la Asociación de Víctimas del Aborto (AVA), cuenta cómo uno de los comportamientos autolesivos y a la vez de compensación es una promiscuidad sexual con falta de respeto por sí misma, con el deseo incontenible de quedarse de nuevo embarazada. Pero al conseguir el nuevo embarazo, la mujers e encuentra de nuevo en la situación que la llevó al aborto, y vuelve a abortar. Esto se puede repetir una y otra vez, y es la razón por la que conocemos casos dramáticos de chicas que han abortado más de diez veces (con el enorme daño psíquico e incluso físico que ello supone). Otras conductas que se han puesto de manifiesto en ocasiones son la aversión por el sexo opuesto y la adopción de conductas lésbicas (el Dr. Nathanson comentó también la aparición de este problema entre el personal de clínicas abortistas). Otro tipo de comportamiento autolesivo consiste en obligarse a sí mismas a tener contacto con niños apequeños, acercarse a todos los cochecitos que ven por la calle, hablar con las madres, lo que las hace caer luego en una gran tristeza que aasumen como “autocastigo”. La droga, el alcohol y en definitiva, cualquier tipo de acción en la que se pierda el respeto por sí misma pueden ser oyras formas de comprotamiento autolesivo. Varios testimonios de mujeres que han abortado y sufrieron el síndrome post-aborto comentan que pasaban los días sin parar de llorar, y con el continuo deseo de estar muertas. Esta situación puede prolongarse con más o menos altibajos durante años.
Los problemas no afectan sólo a la mujer, sino que, en menor grado, pueden afectar también a su pareja masculina, a sus familiares, a sus amigas... a cualquier persona de su entorno que haya sufrido el aborto como vivencia personal.
También se producen reacciones negativas de la mujer hacia la familia cuando ha sido prácticamente obligada a someterse el aborto (sabemos que clínicas abortistas aceptan realizar abortos a adolescentes que han manifestado ir allí coaccionadas, lo cual contraviene la ley). Es asimismo habitual que la pareja se deshaga tras un aborto, cuando en muchos casos la pareja masculina ha presionado o no ha puesto nada de su parte para evitarlo.
La relación entre aborto, depresión y suicidio está científicamente demostrada. Sobre este particular, hay que hacer notar que los intereses proabortistas han intentado manipular estas investigaciones científicas promoviendo estudios mal diseñados. Esto se hizo mediante el procedimiento de realizar el estudio inmediatamente tras el aborto o el parto. Así, el síndrome post-aborto, que es de instauración lenta, no aparece en los resultados y, en cambio, sí aparece la depresión post-parto, con lo que abortar se presenta como tan sano o más para la salud psíquica que dar a luz. Pero investigaciones bien diseñadas han estudiado mujeres durante mucho tiempo después del parto o del aborto provocado. Sus conclusiones no dejan lugar a dudas. En el año 2003, la revista Medical Science Monitor publicó una de las mejores investigaciones sobre la depresión post-aborto, realizada por el Instituto Elliot de Investigaciones Sociológicas, de Springfield. En este estudio no se emplearon cuestionarios superficiales inmediatamente después del aborto, como se había hecho en otras supuestas investigaciones, sino que se realizaron evaluaciones psiquiátricas rigurosas a 1.884 mujeres. Los resultados fueron concluyentes: aún ocho años después de haberse sometido al aborto, estas mujeres tenían un 60% más de riesgo de padecer estados depresivos que las que habían dado a luz a sus hijos. Puesto que el estado depresivo es un importante factor de riesgo para el suicidio, los autores argumentaron que sus resultados eran coincidentes con los de otros investigadores, que años antes habían mostrado una frecuencia de suicidios mucho más alta entre las mujeres que abortaron.
Más recientemente, en 2006, un estudio sobre mil mujeres llevado a cabo por la Dra Coleman, publicado en el Journal of Youth and Adolescence, muestra una incidencia cinco veces superior de demanda de asistencia psicológica entre mujeres que abortaron que en aquellas que, con un embarazo imprevisto, decidieron dar a luz a sus hijos.
Incluso en mujeres violadas, el aborto no ha demostrado ser solución a sus problemas psíquicos, sino todo lo contrario. Es lo que demuestra el libro “Victims and Victors: Speaking out about their pregnancies, abortions and children resulting from sexual assault” (Víctimas y vencedores: hablando sobre sus embarazos, abortos e hijos resultantes de una agresión sexual). Se estima que el 1% de las mujeres violadas quedan embarazadas. De ellas, el 70% no quieren abortar (en España, 17 mujeres se acogieron a este supuesto en 2004, un 0,02% del total de abortos). De las que sí abortan, el 90% se arrepienten luego y afirman que fue la peor decisión que pudieron tomar sobre su embarazo. Sobre la base de estas investigaciones, el Dr. Reardon ha afirmado que «en realidad, una historia de agresión sexual es una contraindicación más para el aborto. No hay pruebas de que las víctimas de una violación se hayan beneficiado gracias al aborto. En cambio, sí hay pruebas documentadas de que el aborto empeora los problemas de las mujeres violadas». Kathleen DeZeeuw, una mujer que fue violada y quedó embarazada, afirma en ese mismo libro: “Yo, habiendo vivido la experiencia de una violación y habiendo sacado adelante a un niño fruto de esa agresión sexual, me siento personalmente agredida e insultada cada vez que oigo que el aborto debería ser legal en caso de violación. Creo que hemos sido utilizadas para promover el aborto, incluso cuando nadie se ha interesado nunca por nuestra parte de la historia”.
Con estos datos, está claro que la aprobación legal del aborto “para salvaguardar la salud psíquica de la madre” es realmente una falacia, ya que el aborto es una vivencia que afecta más negativamente a la salud psíquica que tener al bebé. Es más, podría precipitar problemas psíquicos latentes, con lo que estaría aún más contraindicado que dar a luz en caso de riesgo para la salud psíquica de la madre. En España, el 99% de los abortos practicados se acogen a este supuesto.
Como es patente, el aborto constituye una vivencia para toda mujer, independientemente de su predisposición ideológica o moral hacia el mismo. Este hecho descrito por la ciencia médica nos hace comprender que, por mucho que se quiera hacer creer lo contrario, abortar no es como extirparse un forúnculo, un conjunto de células indeseables. Para nadie una operación de un forúnculo representa una vivencia... sencillamente, porque, en el fondo, todos sabemos que el embrión o feto es una vida humana, y nuestra conciencia nos impele a amarle y respetarle, queramos o no, nos guste o no, lo reconozcamos conscientemente o no. Salir de la clínica una hora después de haber entrado, pero sin el hijo en el vientre, y con una experiencia que olvidar y callar para toda la vida, es un drama insalvable para la vida de muchas adolescentes y jóvenes, que se ven abocadas por la presión del entorno y la falta de ayudas a someterse a un aborto provocado.
Emilio Jesús Alegre del Rey
Red Madre - Cádiz
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