Copos de nieve
De cómo dos jóvenes aventureros aprendieron el duro oficio de ser troperos durante 40 días en la Patagonia se trata esta historia protagonizada por nueve mil ovejas
La rutina es siempre así: las ovejas comen todo el verano de un lado del río, engordan, y como para cuando llega el invierno la nieve ya tapa los alambrados del campo y no les queda más alimento tienen que mudarse al otro lado del río, donde habrá un montón de pasto nuevo para ellas. No pueden hacerlo solas, claro. Necesitan de unos siete u ocho hombres voluntariosos y algo así como una veintena de perros chuscos para mantenerse juntas y cruzar el puente. Un arreo, cuarenta días. Toda una temporada antes de volver a empezar.
Silvestre Seré tiene 25 años y antes que fotógrafo de aventuras es un viajero incansable. Vive en Villa La Angostura, donde trabaja, además, como intrépido guía de turistas extranjeros que buscan programas a medida que les muestren el sur con otros ojos. Ezequiel Detry, de sólo 20, es su amigo y compañero de ruta. En abril último, Silvestre y Ezequiel llegaron a la estancia Tucu Tucu, en Santa Cruz (en el límite con Chile y cinco horas al noroeste de Gobernador Gregores), movidos por la curiosidad y la inquietud de sus propios espíritus para iniciarse en el oficio de ser troperos. En suma, 9000 ovejas, claras y lanudas -más blancas todavía bajo la nieve- que guiar durante un mes y medio. Caminar los días, acampar las noches (con fogón, leyendas y todo lo demás). Y antes de salir con la tropa a la invernada, preparar los animales: vacunarlos, marcarlos (llevan en la oreja la seña de la estancia) y pintarlos (según sexo y edad); una tarea que demanda un a semana.
Con esa mirada participante y muy poco espectadora -aunque sorprendida de los gajes de este duro oficio que tiende a desaparecer-, la historia fotográfica que comparte aquí Silvestre Seré resume los dos arreos que llevaron la hacienda de un campo a otro, donde finalmente van a pasar cinco meses de nevadas interminables y temperaturas bajo cero por delante.
Lejos, la historia que surge cada temporada y siempre queda primera en expectativa de la audiencia es la del huemul blanco. En esta zona de Santa Cruz, contra la Cordillera, cuentan que es el único lugar en el mundo donde esta especie de ciervo puede verse todavía. "Por eso los llaman los fantasmas de la Patagonia -retransmite Seré-. Los gauchos de la estancia Tucu Tucu juran que han visto varios, y no sólo eso, sino que aseguran que existe un huemul albino en las cercanías del lago San Martín. Dicen que tienen fotos, pero en los 40 días que estuvimos juntos no vimos ni una, aunque mucha gente avala que es cierto."
Silvestre y Ezequiel terminaron por creerse el cuento del fantasma del bosque. Tanto que mientras se ocupan de producir el último tramo de la excursión a las raíces patagónicas que será libro (ver aparte) ya planean su próximo proyecto: en busca del huemul blanco. Si llegaran a fotografiarlo, entonces se acabaría el misterio.
PATAGONIA OVEJERA
Sobre los arreos invernales, la aparición de los corderos en octubre y la esquila de verano, Silvestre Seré y Ezequiel Detry publicarán Viento de pioneros (Grupo Abierto Comunicaciones). El libro recoge -principalmente en imágenes- la experiencia de estos dos jóvenes patagónicos que decidieron salir de viaje por el sur extremo, impulsados por el amor a la tierra y el respeto por el medio ambiente, para reflejar las tradiciones que mantienen las familias pioneras de la Patagonia Sur.
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