Tommy no ha dejado de ir ni un día a la iglesia desde que asistió a las exequias de su dueña, cuenta el diario Il Messaggero.
Desde entonces, el párroco, Donato Panna, le permite entrar al templo para asistir a bautizos, bodas y entierros.
Apenas escucha las campanas o ve llegar el coche fúnebre, el perro entra a la iglesia y sigue al ataúd como si la dueña pudiera resucitar.
Tommy era un perro vagabundo que la dueña adoptó; ahora que quedó solo, todo el pueblo lo protege, lo alimenta y acaricia como emblema de fidelidad.
Desde que murió la dueña hace dos meses, su perro Tommy asiste todos los días a misa en la Iglesia de Maria Asunta, en San Donaci, en el sur de Italia, donde espera el regreso de la anciana propietaria.
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