PARÁBOLA: LA ANCIANA CARGADA DE PIEDRAS -
del Libro "Ha Venido el Maestro":
Una vez iba caminando una anciana agachada y doliente, cansada y enferma. Su cabeza dolía tanto que parecía estallar. Su espalda dolía tanto que parecía romperse. Sus piernas dolían tanto que parecían romperse. Sobre sus hombros había tanto dolor que parecían aplastarse, y sus pasos eran lentos, sin vida y agonizantes.
Caminando ella se encontró con alguien que le dijo:
- Señora, ¿por qué no se quita esa inmensa roca que tiene sobre su cabeza?
Y la anciana miró y dijo:
- No sabía que tenía una roca sobre mi cabeza.
Y quitó la roca sobre su cabeza y pudo sentir alivio y pudo caminar un poco más aprisa. Sin embargo, su andar seguía siendo lento y pesado. Pero encontró de pronto alguien que le dijo:
- Señora, ¿por qué no quita esa enorme viga que está cargando sobre los hombros?
Y ella tocó y dijo:
- No me había dado cuenta que tenía una viga sobre los hombros. Y quitó la viga y pudo sentir alivio en sus hombros y caminar un poco más aprisa.
Sin embargo la anciana seguía caminando lento. Hasta que encontró alguien que le dijo:
- Señora, ¿por qué no quita esas inmensas... inmensas murallas, esos inmensos, bloques que usted está llevando en sus piernas? Porque no ha de caminar, trasladando las murallas. Ella volteó y miró y dijo:
- ¡Gracias¡... ignoraba yo, que estuviera llevando murallas en mis piernas. Y pudo caminar más aprisa.
Hasta que encontró alguien que le dijo:
- Señora, ¿por qué no quita esas tablas que está llevando sobre sus espaldas?
Y ella tocó sus espaldas y dijo:
- No me había dado cuenta que algún día me cargue estas tablas, se me había olvidado que algún día elegí cargarme todo esto.
Y soltó las tablas y corrió libre y corrió y corrió, hasta que llegó a un verde campo. Y todo parecía olerle y verse maravilloso. Y en ese hermoso campo encontró un bello lago. Y la anciana se agachó en el lago y miró su rostro reflejado en el agua pura. Y se vio como la mujer más joven y bella que jamás había visto. Porque nunca había sido una anciana y nunca había estado cansada, solamente que ella había elegido cargarse de cosas y sentirse, y volverse y verse anciana.
Dijo el Maestro: Que mi amor te permita quitarte las rocas y las vigas y las tablas y las murallas. Que mi amor permita empujarte para que corras, y te contemples en el lago y te aprecies y te ames. Haz de desprenderte de las rocas, como haz de desprenderte de la enfermedad de la añoranza. Lo que es el pasado ya pasó y hay un presente maravilloso en tus manos.
Namaste
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