Os pongo en situación. Centro comercial, todo el mundo tomándose algo tranquilamente después de un día de compras. De repente, una chica entre la multitud que parecía estar hablando por teléfono comienza a cantar el Aleluya de Händel ante los sorprendidos comensales. Acto seguido, otro chico se levanta y le sigue el ritmo a la canción.
Como os podéis imaginar, la multitud allí congregada no podía creer lo que oía. En un principio se quedaron con la boca abierta, pero en seguida reaccionaron y sacaron prestos las cámaras de sus móviles para inmortalizar el momento. Pero ahí no acabó la cosa, rápidamente se les unieron más personas. Resulta que 80 miembros del coro de Niágara de Canadá se habían mezclado discretamente entre la gente del restaurante.
Lo que parecía un acto espontáneo fue algo que tardó semanas en prepararse. Había que tenerlo todo planeado hasta el último detalle. No podían informarle a nadie en el centro comercial hasta el último momento para que la sorpresa fuese completa. Una pianista que estaba "infiltrada" como encargada de tocar villancicos en el centro comercial fue la que se encargó de dar la señal de salida tocando las primeras notas del Aleluya. El resultado no dejó indiferente a nadie. Y es que los chicos del coro consiguieron que todo el mundo sintiera el espíritu navideño. Lo bordaron.
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