viernes, 6 de septiembre de 2013

HISTORIA DE VIDA

Una mujer pasó 2 años entre las ramas de 

una secuoya para salvarla.

Julia Butterfly Hill, una activista de 23 años, pasó 738 días entre las ramas de una "secuoya" de casi 70 metros de altura y con más de mil años de antigüedad. 

Julia Butterfly Hill en una fotografía tomada desde el punto más alto del arbol. Foto: Google Images.
“Nadie tiene derecho a robar al futuro para conseguir beneficios rápidos en el presente. Hay que saber cuándo tenemos suficiente…” es uno de los planteos que Hill logró plasmar en su libro “El legado de Luna”, donde relata su lucha contra la compañía maderera, Pacific Lumber, para que no talen a Luna, una de las milenarias secuoyas del bosque de la ciudad de Stanford en California. A finales de 1997 la Pacific Lumber Company irrumpió en la arboleda de 60 mil hectáreas para iniciar la deforestación de uno de los ecosistemas más importantes de la zona.
Julia Butterfly Hill nació el 18 de febrero de 1974 en Arkansas. De familia humilde estudió en su casa hasta los 12 años. Su padre era un predicador y su casa una caravana que compartía con sus tres hermanos. 

Aquellos 738 días a 50 metros de altura

La vida en el árbol fue muy dura y cambió por completo a la joven activista. La idea era estar dos semanas hasta el relevo de un compañero. Pero éste nunca se produjo. Un pequeño equipo le suministró cuerdas y poleas, los víveres necesarios para la travesía, incluyendo unos pequeños paneles solares para cargar el móvil con el que organizaba las entrevistas, captar adeptos para la causa o incluso hablar en directo con el senado norteamericano. Su pequeño hogar, a 50 metros de altura, consistía en una plataforma de tres metros cuadrados cubierta por una lona impermeable, un pequeño hornillo, un cubo con una bolsa hermética para hacer sus necesidades y una esponja con la que recogía el agua de lluvia o nieve para lavarse.
“[…] Sí, la Pacific Lumber comenzó entonces a talar árboles a mi alrededor. Aparecieron helicópteros que me echaban chorros de agua. Quemaron los bosques durante seis días, el humo destrozó mis ojos y mi garganta, y me llené de ampollas. Luego montaron guardias día y noche para que no me pudieran suministrar comida. Acabe amargada, chillando, dando golpes, al borde de la locura. […] Para consolarme pensaba en las familias de Stanford que a causa de la tala del bosque se inundaron y se quedaron sin casa…” relató Hill.
En el invierno de 1998 una tormenta de más de dos semanas estuvo a punto de acabar la lucha de Hill. Fuertes vientos acabaron con la lona y empujaron a Julia hacia el vacío. Abrazada a la secuoya y próxima a la rendición, escuchó “la voz de la luna” recordándole que “sólo las ramas que son rígidas se rompen”. Abandonó entonces el apoyo estable para agarrar la inmadurez y flexibilidad de las verdes ramas más jóvenes que fueron las que, a la postre, resistieron la tormenta y con ello salvaron la vida de Julia.
El 18 de diciembre de 1999 Julia descendió de Luna con las manos verdes del musgo y los pies encallecidos, en medio de una gran ceremonia. Culminó con éxito las negociaciones con la maderera quién se comprometió no sólo a respetar a Luna y todos los árboles cercanos en un radio de 60 metros, sino a incluir una política medioambiental en todos sus futuros trabajos.

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