09 SEPTIEMBRE 2012
Inglaterra: Niñas blancas utilizadas como juguetes sexuales por asiáticos musulmanes
De la manera en que sólo una adolescente podría, la muchacha estaba sola en el mundo: sin amigos, sin novio, con una precaria relación con sus padres. Por eso, se sintió especial cuando un hombre decenas de años mayor que ella le prestó atención, le compró chucherías y le dio alcohol gratis.
Luego la llevó a un cuartucho arriba de un local de kebabs y le dijo que tenía que darle algo a cambio. Sus demandas crecieron: no sólo sexo con él, también con sus amigos. Así se prolongó durante años la situación, hasta que la policía acusó a nueve hombres de dirigir una red sexual con niñas menores de edad.
La historia de la Chica A, como se le conoció en la corte, es cuando menos trágica, pero también se ha vuelto explosiva. Las chicas son blancas y los hombres que los usan como juguetes sexuales son asiáticos musulmanes, en su mayoría paquistaníes criados en Gran Bretaña. Y no sólo se trata de Rochdale: alrededor de una decena de otros casos de musulmanes asiáticos acusados de seducir mujeres jóvenes blancas para tener relaciones sexuales están lentamente entrando en juicios en el norte de Inglaterra, involucrando hasta cientos de jovencitas en total.
En la Gran Bretaña actual, que se enorgullece de ser una sociedad tolerante e integrada, el caso le ha desgarrado el velo para exponer las llagas raciales que yacen debajo. También alimenta una ya fuerte ira en contra de la minoría musulmana asiática en el país, en un movimiento dirigido por los grupos de extrema derecha en un momento en que la economía está estancada.
“Uno no puede ignorar el aspecto racial”, dijo el fiscal Nazir Afzal, un musulmán británico con raíces en Pakistán que terminó varios años de indiferencia oficial ante la difícil situación de las niñas y, finalmente, llevó a juicio a los responsables. “Es el elefante en la habitación”.
_______
A la distancia, Rochdale parece como una perfecta ciudad inglesa, con la iglesia parroquial de 800 años de St. Chad que mira desde arriba las calles y el ayuntamiento victoriano gótico que yace abajo, su torre de reloj que rememora la londinense que alberga al Big Ben.
De cerca se ven más claramente los defectos. Como los dientes faltantes en las que algún día fueron sonrisas resplandecientes, un importante número de los locales en el centro están tapiados o se han convertido en casas de empeño o tiendas en las que casi todo se puede comprar por una libra (1,60 dólares) o menos.
La comunidad paquistaní empezó a crecer hace medio siglo, cuando las fábricas de tejido de algodón empezaron a florecer en el pueblo. Los recién llegados, la mayoría de ellos procedentes de poblados rurales pobres, fueron atraídos por la promesa de trabajos estables y la oportunidad para educar a sus hijos en las escuelas inglesas.
Una cantidad de mezquitas empezaron a formar parte del escenario, particularmente la Mezquita Dorada, ganadora de varios premios de diseño. Actualmente, los hombres barbados musulmanes con tocados decorados y mujeres en batas negras y velos son una presencia constante en las calles del centro de la ciudad.
Casi un millón de paquistaníes viven en Inglaterra —mucho más que en cualquier otro país europeo— con unos 25.000 establecidos en la zona urbana de Manchester, que incluye Rochdale. La comisión de igualdad del gobierno reportó que más de la mitad de los paquistaníes en la Gran Bretaña viven en la pobreza, mucho más que la población general, con poco menos del 75% sin ahorro formal.
Enfrentan tiempos duros actualmente. Los locales cerrados son señales de una profunda recesión que ha golpeado el norte de Inglaterra más que en el sur, que incluye Londres, con su distrito financiero y los suburbios acaudalados.
Las fábricas de algodón tienen mucho tiempo cerradas, los heraldos del periódico local son pesimistas y fatalistas: Se triplica el número de indigentes, fuerte incremento del desempleo juvenil, más personas ayuda de vivienda.
Incluso el McDonald’s local, mucho tiempo referente en el centro de la ciudad, se mudó.
Fue en este ambiente en que la chica A perdió el control una noche del verano de 2008.
Luego de beber demasiado alcohol, la joven de 15 años fue al local de kebabs en la vecina Heywood, donde conoció por primera vez a su “novio”. Empezó a gritar y a despedazar el lugar. Cuando llamaron a la policía, ella les dijo que había sido violada en repetidas ocasiones y mostró su ropa manchada de semen como prueba.
Los detectives de la policía de Manchester concluyeron que la joven, que era menor de la edad requerida para dar consentimiento, decía la verdad, pero la fiscalía recomendó no presentar cargos criminales porque el jurado podría no darle credibilidad a una joven perturbada, con problemas de alcoholismo y una vida sexual activa. El caso fue desestimado discretamente luego de 11 meses de investigaciones.
El abuso se intensificó. La red de predadores creció; el círculo de víctimas se ensanchó. En un momento, llegó a haber al menos 47 víctimas o testigos.
La joven fue sacada de noche, forzada a tener relaciones sexuales con más y más hombres, en ocasiones hasta cinco al día, en los coches o trastiendas de restaurantes o en departamentos sucios. Los hombres la amenazaban si se quejaba. No parecía haber escapatoria alguna.
Estaba atrapada en un mundo secreto de actos sexuales que tenían lugar a altas horas de la noche, cuando la mayoría de la gente en Rochdale estaba guarecida en sus hogares.
Los hombres de Rochdale no encajan con el perfil típico de los abusadores sexuales británicos —la mayoría de los crímenes de pedofilia son cometidos por hombres blancos que buscan niños y niñas a través de internet. Sin embargo, hay un consenso entre la fiscalía, policía, trabajadores sociales y políticos de que este abuso callejero, que ocurre en Rochdale, es en buena medida dominado por hombres asiáticos.
Ella Cockbain, especialista de ciencia criminal en el College of London, dijo que investigaciones muestran que en su mayoría hombres asiáticos conforman estos grandes grupos de abusadores que trabajan juntos. Escogió sus palabras cuidadosamente porque el tamaño de la muestra es pequeño y es un tema sensible.
“Hay, en definitiva, patrones surgidos que sería tonto ignorar”, agregó.
Mohammed Shafiq, un paquistaní británico que dirige la Fundación Ramadhan en Rochdale, ha molestado a algunas personas en su propia comunidad al sugerir que la policía no había actuado más agresivamente por temor de parecer racista debido a una obsesión “con la doctrina de lo políticamente correcto”.
Shafiq dijo que una “pequeña minoría” de hombres paquistaníes sienten que las jóvenes blancas no valen y son inmorales, y que se puede abusar de ellas impunemente.
“Ellos saben que si cogen a alguien de la comunidad asiática, rápidamente se darán cuenta”, agrega. “Pero esas chicas blancas están disponibles, por lo que piensan que pueden salirse con la suya”.
Los hombres en la red sexual de Rochdale eran llamativos sólo por ser ordinarios. Eran parte de la vida británica, pero en los márgenes, el tipo de personas que los viejos británicos no notan cuando pasan junto a ellos.
Muchos eran taxistas, acostumbrados a trabajar toda la noche con mucho tiempo entre viajes, y que frecuentaban los locales de kebabs para llevar que ofrecen platillos familiares de cordero, pollo y falafel. Sus taxis estaban afuera de estos locales, que eran los únicos que seguían abiertos luego del cierre de los bares.
La mayoría eran paquistaníes de primera o segunda generación criados generalmente en Gran Bretaña. Solo uno tenía antecedentes policiales por delitos sexuales. Había sido acusado de violar reiteradamente a una menor.
Algunos tenían familias y pequeños negocios. Ninguno era rico, pero tampoco extremadamente pobre.
Once individuos fueron juzgados recientemente en conexión con un caso y nueve fueron hallados culpables de violaciones.
La sociedad, mientras tanto, se polarizó. Los paquistaníes se sienten estigmatizados.
“Dicen que son buenos musulmanes, pero no lo son”, se quejó Irfan Chishti, que dirige un programa educativo en una mezquita de Rochdale. “Este es un gran pecado en el Islam. Si la ley sharia (islámica) estuviese vigente, recibirían un castigo muy duro”.
La muchacha que hizo la primera denuncia de abusos, quien hoy tiene 19 años, se fue a otra ciudad. En una entrevista a un grupo de periodistas se negó a calificar los abusos de actos de racismo y dijo que la asombró ver las cosas que hacían los musulmanes.
Afirmó que cuando empezó todo, en el 2008, no sabía que tantos musulmanes se aprovechaban de muchachas blancas.
“Esto sucede por todos lados ahora”, expresó. “Piensas que son gente religiosa, apegada a la familia, buena gente. No te imaginas que hacen cosas como estas”.
Indicó que cuando comenzaron los abusos, se sintió furiosa y avergonzada, y que luego se resignó.
“Después de cierto tiempo, había estado con tantos hombres que ya no sentía nada”, declaró. Era algo que tenía que hacer. Cuando caes en eso, te sientes atrapada. Creo que lo que me hicieron fue perverso”.
GREGORY KATZ
minutodigital.com
Luego la llevó a un cuartucho arriba de un local de kebabs y le dijo que tenía que darle algo a cambio. Sus demandas crecieron: no sólo sexo con él, también con sus amigos. Así se prolongó durante años la situación, hasta que la policía acusó a nueve hombres de dirigir una red sexual con niñas menores de edad.
La historia de la Chica A, como se le conoció en la corte, es cuando menos trágica, pero también se ha vuelto explosiva. Las chicas son blancas y los hombres que los usan como juguetes sexuales son asiáticos musulmanes, en su mayoría paquistaníes criados en Gran Bretaña. Y no sólo se trata de Rochdale: alrededor de una decena de otros casos de musulmanes asiáticos acusados de seducir mujeres jóvenes blancas para tener relaciones sexuales están lentamente entrando en juicios en el norte de Inglaterra, involucrando hasta cientos de jovencitas en total.
En la Gran Bretaña actual, que se enorgullece de ser una sociedad tolerante e integrada, el caso le ha desgarrado el velo para exponer las llagas raciales que yacen debajo. También alimenta una ya fuerte ira en contra de la minoría musulmana asiática en el país, en un movimiento dirigido por los grupos de extrema derecha en un momento en que la economía está estancada.
“Uno no puede ignorar el aspecto racial”, dijo el fiscal Nazir Afzal, un musulmán británico con raíces en Pakistán que terminó varios años de indiferencia oficial ante la difícil situación de las niñas y, finalmente, llevó a juicio a los responsables. “Es el elefante en la habitación”.
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A la distancia, Rochdale parece como una perfecta ciudad inglesa, con la iglesia parroquial de 800 años de St. Chad que mira desde arriba las calles y el ayuntamiento victoriano gótico que yace abajo, su torre de reloj que rememora la londinense que alberga al Big Ben.
De cerca se ven más claramente los defectos. Como los dientes faltantes en las que algún día fueron sonrisas resplandecientes, un importante número de los locales en el centro están tapiados o se han convertido en casas de empeño o tiendas en las que casi todo se puede comprar por una libra (1,60 dólares) o menos.
La comunidad paquistaní empezó a crecer hace medio siglo, cuando las fábricas de tejido de algodón empezaron a florecer en el pueblo. Los recién llegados, la mayoría de ellos procedentes de poblados rurales pobres, fueron atraídos por la promesa de trabajos estables y la oportunidad para educar a sus hijos en las escuelas inglesas.
Una cantidad de mezquitas empezaron a formar parte del escenario, particularmente la Mezquita Dorada, ganadora de varios premios de diseño. Actualmente, los hombres barbados musulmanes con tocados decorados y mujeres en batas negras y velos son una presencia constante en las calles del centro de la ciudad.
Casi un millón de paquistaníes viven en Inglaterra —mucho más que en cualquier otro país europeo— con unos 25.000 establecidos en la zona urbana de Manchester, que incluye Rochdale. La comisión de igualdad del gobierno reportó que más de la mitad de los paquistaníes en la Gran Bretaña viven en la pobreza, mucho más que la población general, con poco menos del 75% sin ahorro formal.
Enfrentan tiempos duros actualmente. Los locales cerrados son señales de una profunda recesión que ha golpeado el norte de Inglaterra más que en el sur, que incluye Londres, con su distrito financiero y los suburbios acaudalados.
Las fábricas de algodón tienen mucho tiempo cerradas, los heraldos del periódico local son pesimistas y fatalistas: Se triplica el número de indigentes, fuerte incremento del desempleo juvenil, más personas ayuda de vivienda.
Incluso el McDonald’s local, mucho tiempo referente en el centro de la ciudad, se mudó.
Fue en este ambiente en que la chica A perdió el control una noche del verano de 2008.
Luego de beber demasiado alcohol, la joven de 15 años fue al local de kebabs en la vecina Heywood, donde conoció por primera vez a su “novio”. Empezó a gritar y a despedazar el lugar. Cuando llamaron a la policía, ella les dijo que había sido violada en repetidas ocasiones y mostró su ropa manchada de semen como prueba.
Los detectives de la policía de Manchester concluyeron que la joven, que era menor de la edad requerida para dar consentimiento, decía la verdad, pero la fiscalía recomendó no presentar cargos criminales porque el jurado podría no darle credibilidad a una joven perturbada, con problemas de alcoholismo y una vida sexual activa. El caso fue desestimado discretamente luego de 11 meses de investigaciones.
El abuso se intensificó. La red de predadores creció; el círculo de víctimas se ensanchó. En un momento, llegó a haber al menos 47 víctimas o testigos.
La joven fue sacada de noche, forzada a tener relaciones sexuales con más y más hombres, en ocasiones hasta cinco al día, en los coches o trastiendas de restaurantes o en departamentos sucios. Los hombres la amenazaban si se quejaba. No parecía haber escapatoria alguna.
Estaba atrapada en un mundo secreto de actos sexuales que tenían lugar a altas horas de la noche, cuando la mayoría de la gente en Rochdale estaba guarecida en sus hogares.
Los hombres de Rochdale no encajan con el perfil típico de los abusadores sexuales británicos —la mayoría de los crímenes de pedofilia son cometidos por hombres blancos que buscan niños y niñas a través de internet. Sin embargo, hay un consenso entre la fiscalía, policía, trabajadores sociales y políticos de que este abuso callejero, que ocurre en Rochdale, es en buena medida dominado por hombres asiáticos.
Ella Cockbain, especialista de ciencia criminal en el College of London, dijo que investigaciones muestran que en su mayoría hombres asiáticos conforman estos grandes grupos de abusadores que trabajan juntos. Escogió sus palabras cuidadosamente porque el tamaño de la muestra es pequeño y es un tema sensible.
“Hay, en definitiva, patrones surgidos que sería tonto ignorar”, agregó.
Mohammed Shafiq, un paquistaní británico que dirige la Fundación Ramadhan en Rochdale, ha molestado a algunas personas en su propia comunidad al sugerir que la policía no había actuado más agresivamente por temor de parecer racista debido a una obsesión “con la doctrina de lo políticamente correcto”.
Shafiq dijo que una “pequeña minoría” de hombres paquistaníes sienten que las jóvenes blancas no valen y son inmorales, y que se puede abusar de ellas impunemente.
“Ellos saben que si cogen a alguien de la comunidad asiática, rápidamente se darán cuenta”, agrega. “Pero esas chicas blancas están disponibles, por lo que piensan que pueden salirse con la suya”.
Los hombres en la red sexual de Rochdale eran llamativos sólo por ser ordinarios. Eran parte de la vida británica, pero en los márgenes, el tipo de personas que los viejos británicos no notan cuando pasan junto a ellos.
Muchos eran taxistas, acostumbrados a trabajar toda la noche con mucho tiempo entre viajes, y que frecuentaban los locales de kebabs para llevar que ofrecen platillos familiares de cordero, pollo y falafel. Sus taxis estaban afuera de estos locales, que eran los únicos que seguían abiertos luego del cierre de los bares.
La mayoría eran paquistaníes de primera o segunda generación criados generalmente en Gran Bretaña. Solo uno tenía antecedentes policiales por delitos sexuales. Había sido acusado de violar reiteradamente a una menor.
Algunos tenían familias y pequeños negocios. Ninguno era rico, pero tampoco extremadamente pobre.
Once individuos fueron juzgados recientemente en conexión con un caso y nueve fueron hallados culpables de violaciones.
La sociedad, mientras tanto, se polarizó. Los paquistaníes se sienten estigmatizados.
“Dicen que son buenos musulmanes, pero no lo son”, se quejó Irfan Chishti, que dirige un programa educativo en una mezquita de Rochdale. “Este es un gran pecado en el Islam. Si la ley sharia (islámica) estuviese vigente, recibirían un castigo muy duro”.
La muchacha que hizo la primera denuncia de abusos, quien hoy tiene 19 años, se fue a otra ciudad. En una entrevista a un grupo de periodistas se negó a calificar los abusos de actos de racismo y dijo que la asombró ver las cosas que hacían los musulmanes.
Afirmó que cuando empezó todo, en el 2008, no sabía que tantos musulmanes se aprovechaban de muchachas blancas.
“Esto sucede por todos lados ahora”, expresó. “Piensas que son gente religiosa, apegada a la familia, buena gente. No te imaginas que hacen cosas como estas”.
Indicó que cuando comenzaron los abusos, se sintió furiosa y avergonzada, y que luego se resignó.
“Después de cierto tiempo, había estado con tantos hombres que ya no sentía nada”, declaró. Era algo que tenía que hacer. Cuando caes en eso, te sientes atrapada. Creo que lo que me hicieron fue perverso”.
GREGORY KATZ
minutodigital.com
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