¿Ecocidio animalista?
Es un hecho que la industria peletera sufre recesión desde hace años. Ni las recalcitrantes vueltas de tuerca de la moda pueden compensar una tendencia fruto de la razón y la ética con la consecuente debacle económica del sector. A finales de los años 90 las granjas peleteras en España superaban las 300, hoy apenas llegan a 40. Están prohibidas en países civilizados como Gran Bretaña o Austria y otros como Suecia, Irlanda o Noruega planifican su retirada.
Una patética realidad es que aún hay elementos, pocos pero suficientes para perpetuar el dolor animal, que demandan la piel de miles de seres torturados y asesinados para aparentar lo que no pueden hacer de otra manera. Son personas que por falta de educación, necesidad de suplir las carencias sociales o simple representación social, requieren de esta indumentaria propia de humanos cavernarios. Y así lo ve, día a día, una sociedad sensible con el sufrimiento animal.
El activismo animalista reivindica el fin de la explotación animal en estos centros de tortura y muerte que son las granjas peleteras. Asociaciones legales como Equanimal e Igualdad Animal han llevado a los principales medios de información del país los datos sobre el trato que reciben los animales en las granjas peleteras. Las redes sociales hierven con información sobre este extremo. La censura de la que esta industria peletera no puede desprenderse para propagar sus deleznables productos ya no surte efecto. La información es poder y las personas la tienen: saben que tras la peletería no hay más que muerte y violencia. Sangre y tortura.
En 2007 fueron rescatados 20.000 visones de una granja gallega. Por este motivo se juzga a una docena de activistas de Igualdad Animal y Equanimal. Se adereza el asunto al más puro estilo reaccionario, ya usado para desprestigiar el molesto movimiento del 15-M: el terrorismo. Incluso ecologistas de foro cibernético se unen a la industria peletera acusando al animalismo del peligro que supone para la biodiversidad la introducción de especies foráneas. Y esto es cierto, pero… ¿Acaso son los activistas en defensa de los animales los responsables de que en Galicia existan decenas de miles de visones americanos?.
Señores, seamos serios, ¿Quién trajo aquí todas esas especies foráneas?. ¿Quiénes son los auténticos responsables del ecocidio?.
En cualquier caso, basta que el empresario de turno simule un acto de sabotaje en su granja por parte de los animalistas para que el monte se llene de visones u otra especie y este – el empresario- cobre el seguro de una actividad que dejará de ser rentable en el corto-medio plazo – y cuyo cierre por motivos económicos no cubren las aseguradoras-. Este sencillo acto supone cobrar suculentas cantidades de dinero y desprestigiar al movimiento animalista. ¿Quién da más?.
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