Meses atrás y debido a la incesante
escasez de productos básicos que sufre el país, se había anunciado desde el
gobierno, una medida que consistía en vender a la población unas “bolsas” de
productos de la cesta básica a precios regulados.
La distribución se haría a través de las
juntas comunales de los diferentes barrios. Nos hicieron un censo, tomaron
nuestros datos y en cuestión de quince días empezaría la distribución.
Lógicamente, aquello nunca sucedió.
Al final el Presidente de la junta
comunal se cansó de tantos reclamos de los vecinos y le dijo a una amiga de la
infancia, que nuestro barrio estaba considerado como clase media y que el
Alcalde dijo que de ninguna manera nos iban a llegar las fulanas “bolsas”
porque él iba a privilegiar a los sectores más necesitados.
Yo a todas estas, con mi escudo de
indiferencia tratando de no entrar en polémicas, seguía con mis proyectos.
Pero, me dejé convencer por mi suegro y
me fui a hacer una cola de 3 días (si, como lo lees, 3 días) cerca de mi casa.
Por supuesto, no 3 días completos, más bien ir hasta el supermercado y
sentarnos a esperar en la cola hasta la hora del cierre. Siempre me ha parecido
humillante pero mi suegro insistía y me llamaba por teléfono y me animaba.
Miércoles, Jueves, Viernes, hasta que el
sábado en la mañana me llama y me dice que llegó el camión con arroz,
margarina, espagueti y harina de maíz.
Bueno! A partir de ahí los gritos y los
insultos proliferaron. La discordia comenzó porque hay dos supermercados, uno
frente al otro divididos por la avenida principal y resulta que ahora tenemos
fronteras. A nuestro sector le llegó la mayor parte de la carga mientras que al
otro supermercado le llegó poco (en realidad lo que ellos pidieron).
Las juntas comunales discutían porque
una le decía a la otra que tenían que repartir los productos por igual a cada
sector, es decir, nosotros teníamos que ceder la mitad de la mercancía al
sector vecino mientras que la gente que tenía 3 días en la cola reclamaba que
ellos no se iban a quedar sin producto por darle a los otros.
Pudimos
comprar, mi hermano y yo a duras penas, un kilo de harina de maíz cada uno, ya
que los otros productos se terminaron cuando por fin nos tocó el turno. No vale
la pena, la verdad.
Mi suegro estaba indignado y tuvimos nuestras
palabras por su manera de razonar en cuanto a la división de sectores.
Así que le dije “Por favor, lo estimo
mucho pero no me llame más para hacer cola, no soporto la mala energía y la
vibra de miseria que esta situación genera” No sé si me volverá a hablar.
Familias en contra y gente que de pronto
toma una actitud agresiva. Lo peor es que es el vecino, con quién creciste, con
quien jugabas al escondite de pequeño el que te mira con tal furia y
agresividad que pareciera que te quiere matar.
La Guardia Nacional y la Policía
Municipal a menudo llegan al mismo tiempo que llegan los productos para
“mantener” el orden.
A ellos, el supermercado tiene el deber
de regalarles mercancía. Y no es poca cantidad. Por lo general los productos
son apartados y ellos se los llevan más tarde, mermando así lo que se le puede
vender a varias familias.
Es surreal realmente. Así es el
socialismo.
Te envío esta historia, hazla tuya,
hazla poema, hazla verdad disfrazada de fábula si así lo quieres. Pero sobre
todo, cuéntala. Porque a los ojos del mundo, los opositores al régimen no
decimos sino mentiras para justificar la salida de gobernantes que “aman” al
pueblo. En realidad Venezuela está de maravilla y todo funciona perfectamente,
según el discurso de nuestro “Presidente”.
Subo este testimonio sintiéndome realmente acongojada. Es realmente triste que pasen estas cosas. Un pueblo tan hermoso como el venezolano... no hay derecho a que un tirano lo maltrate de esa manera, pisoteando su dignidad a costa de más y más poder y corrupción. Me pregunto: ¿hasta cuándo lo soportarán?
ResponderEliminar